El Nombre de Dios es mi herencia.
1. Vives a base de símbolos. Has inventado nombres para todas las cosas que ves. Cada una de ellas se ha convertido en una enti­dad aparte, identificada por su propio nombre. De esta manera la segregas de la unidad. De esta manera designas sus atributos especiales y la distingues de otras cosas al hacer hincapié en el espacio que la rodea. Éste es el espacio que interpones entre todas las cosas a las que has dado un nombre diferente; entre todos los acontecimientos desde el punto de vista del tiempo y del lugar en que ocurrieron, así como entre todos los cuerpos que se saludan con un nombre.
2. Este espacio, al que ves como lo que separa unas cosas de otras, es el medio a través del cual tiene lugar la percepción del mundo. Ves algo allí donde no hay nada y, asimismo, no ves nada donde hay unidad; ves un espacio entre todas las cosas, así como entre todas las cosas y tú. De esa manera, crees haber "creado" vida en la separación. Y debido a esta división crees ser una unidad que opera con una voluntad independiente.
3. ¿Qué son todos esos nombres mediante los cuales el mundo se convierte en una serie de acontecimientos independientes, de cosas desunidas y de cuerpos que se mantienen aparte y que contienen fragmentos de mente como si de conciencias separadas se tratase? Tú les diste esos nombres, dando lugar a la percepción tal como querías que fuese. A las cosas sin nombre se les dio nombre y de esta manera se les dio también realidad. Pues a lo que se le da un nombre se le da significado y, de este modo, se considera significativo: una causa que produce efectos reales, con consecuencias inherentes a sí misma.
4. Así es como se construye la realidad a base de una visión par­cial, la cual se contrapone deliberadamente a lo que de hecho es la verdad. Su enemigo es la unidad. Concibe cosas sin importancia y las contempla. Y la ausencia de espacio, así como la sensación de unidad o la visión que ve de manera distinta, se convierten en las amenazas que debe superar, combatir y negar.
5. Esta otra visión, no obstante, sigue siendo aún la dirección natural para que la mente canalice su percepción. Es difícil ense­ñarle a la mente miles de nombres extraños, y luego mil más. No obstante, crees que eso es lo que significa aprender y que es el objetivo principal por medio del cual se puede entablar comunica­ción y compartir conceptos de manera que tengan sentido.
6. Ésta es la suma total de la herencia que el mundo dispensa. Y todo aquel que aprende a pensar que ello es cierto, acepta los signos y los símbolos que afirman que el mundo es real. Eso es lo que propugnan. No dan lugar a que se dude de que lo que tiene nombre no esté ahí. Se puede ver, tal como es de esperar. Lo que niega que ello es verdad es lo que es una ilusión, pues lo que tiene nombre es la realidad suprema. Cuestionarlo es una locura, pero aceptar su presencia es prueba de cordura.
7. Tal es la enseñanza del mundo. No obstante, es una fase de aprendizaje por la que todo el que viene aquí tiene que pasar. Mas cuanto antes se perciba su base, lo cuestionable de sus pre­misas y cuán dudosos son sus resultados, más pronto se pondrá en duda sus efectos. El aprendizaje que se limita. a lo que el mundo enseña se queda corto en lo que respecta al significado. Debidamente empleado, puede servir como punto de partida desde donde se puede comenzar otro tipo de aprendizaje, adquirir una nueva percepción, y desde donde se pueden erradicar todos los nombres arbitrarios que el mundo confiere al ser pues­tos en duda.
8. No creas que fuiste tú quien hizo el mundo. ¡Las ilusiones, sí! Mas lo que es cierto en la tierra y en el Cielo está más allá de tu capacidad de nombrar. Cuando llamas a un hermano es a su cuerpo a lo que te diriges. Su verdadera Identidad queda oculta debido a lo que crees que él es realmente. Su cuerpo responde al nombre con que lo llamas, pues su mente ha consentido en acep­tar ese nombre que le das como su nombre. Y de esta manera, su unidad queda doblemente negada, pues tú lo percibes como algo separado de ti, y él acepta como propio ese nombre separado.
9. Sería en verdad extraño si se te pidiese que fueses más allá de todos los símbolos del mundo y los olvidaras para siempre, y, al mismo tiempo, se te pidiera asumir una función docente. Toda­vía tienes necesidad de usar los símbolos del mundo. Mas no te dejes engañar por ellos. No representan nada en absoluto, y éste será el pensamiento que en tus prácticas te liberará de ellos. Los símbolos no son sino medios a través de los cuales puedes comu­nicarte de manera que el mundo te pueda entender, pero recono­ces que no son la unidad en la que puede hallarse la verdadera comunicación.
10. Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la oscuridad. Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reco­nocimiento de lo que es verdad. Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irreali­dad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la oscuridad.
11. Usa todos los nombres y símbolos nimios que caracterizan el mundo de la oscuridad. Mas no los aceptes como tu realidad. El Espíritu Santo se vale de todos ellos, pero no se olvida de que la creación tiene un solo Nombre, un solo Significado y una sola Fuente que une a todas las cosas dentro de Sí Misma. Usa todos los nombres que el mundo da a esas cosas, pero sólo por conve­niencia, mas no te olvides de que comparten el Nombre de Dios junto contigo.
12. Dios no tiene nombre. Sin embargo, Su Nombre se convierte en la lección final de que todas las cosas son una ay con esta lección finaliza todo aprendizaje. Todos los nombres se unifican, todo espacio queda lleno con el reflejo de la verdad. Toda brecha se cierra y la separación se subsana. El Nombre de Dios es la herencia que Él les dio a los que eligieron que las enseñanzas del mundo ocupasen el lugar del Cielo. Lo que nos proponemos en nuestras prácticas es dejar que nuestras mentes acepten lo que Dios ha dado como respuesta a la mísera herencia que tú fabri­caste como justo tributo para el Hijo que Él ama.
13. Nadie que busque el significado del Nombre de Dios puede fracasar. La experiencia es necesaria como complemento de la Palabra. Pero primero tienes que aceptar que Su Nombre abarca toda la realidad y reconocer que los innumerables nombres que diste a todos sus aspectos han distorsionado lo que ves, pero no han afectado a la verdad en absoluto. Invocamos un solo Nom­bre en nuestras prácticas. Y nos valemos de un solo Nombre para unificar nuestra visión.
14. Y si bien utilizamos un nombre distinto para cada aspecto de la conciencia del Hijo de Dios, comprendemos que todos com­parten el mismo Nombre, el cual Él les ha dado. Este es el Nom­bre que usamos en nuestras prácticas. Y al usarlo, todas las separaciones insensatas que nos mantenían ciegos desaparecen. Y se nos concede la fortaleza necesaria para poder ver más allá de ellas. Ahora nuestra vista queda bendecida con las bendicio­nes que podemos dar según las recibimos.
15. Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y Contigo que eres su único Creador. Lo que hemos hecho y a lo que hemos dado muchos nombres diferentes no es sino una sombra que hemos tratado de arrojar sobre Tu Realidad. Y nos sentimos con­tentos y agradecidos de haber estado equivocados. Te entregamos todos nuestros errores, a fin de ser absueltos de cuantos efectos parecían tener. Y aceptamos la verdad que Tú nos das en lugar de cada uno de ellos. Tu Nombre es nuestra salvación y la manera de escapar de lo que noso­tros mismos hemos hecho. Tu Nombre nos une en la unicidad* que es nuestra herencia. y nuestra paz. Amén.
Audio texto Lección 184 Maya Lacuara
Meditación Lección 184 Maya Lacuara
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 184
Ayuda para las lección 184 de  Robert Perry  y Allen Watson
El Nombre de Dios es mi herencia.
Instrucciones para la práctica 
Propósito:
Renunciar a la herencia que te has dado a ti mismo: una colección de cosas separadas con nombres separados; y al hacerlo, sentir el Nombre que Dios te ha dado como tu verdadera herencia. Esta experiencia intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso. No puedes fracasar hoy.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Repite la idea.
Deja que tu mente acepte el Nombre que Dios te ha dado. Ésta es la respuesta a la lamentable herencia que te has fabricado para ti mismo. Usa sólo este Nombre en tus prácticas. Si te vienen a la mente otros nombres, responde con este Nombre. Date cuenta de que todos los otros nombres no se refieren a nada que sea real o que tú quieras.
Observaciones: Necesitas este tiempo en el que abandonas la oscura prisión del mundo y entras en la luz. Aquí entiendes el Nombre que Dios te ha dado, la única Identidad que todas las cosas comparten. Y luego regresa a la oscuridad, usando los nombres del mundo de la oscuridad, para declarar que no es real.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Respuesta a la tentación: (Sugerencia) Cuando te sientas tentado a pensar que el nombre de alguien le define como un ser separado, aplícale en silencio el Nombre de Dios.
Comentario
Hay mucho en lo que pensar en esta lección. La manera en que los nombres, que son símbolos, están basados en la separación y alejamiento de las cosas. El modo en que la percepción se construye mediante estos nombres y diferencias. El modo en que todo esto nos obliga a ver la totalidad como un enemigo. El modo en que el aprendizaje del mundo consiste principalmente en aprender todos estos nombres y los modos de clasificar y separar las cosas.
Todo esto es lo contrario a la realidad que está representada por el Nombre de Dios. El Nombre de Dios representa a la totalidad, a la unidad, “la única Identidad que comparten todas las cosas” (10:2). Nuestra percepción nos ha enseñado una ilusión, basada en miles de nombres de partes separadas que vemos como cosas separadas; sin embargo, la realidad es la Totalidad, sin diferencias, sin separación. La imagen de partes que nos hemos fabricado nos oculta la realidad de la Totalidad.
Entonces, ¿tenemos que intentar dejar a un lado completamente nuestra percepción de partes con nombres separados, y vivir viendo sólo la Unidad? ¿Está  “mal” que usemos los nombres y símbolos del mundo, y que actuemos como si Juanita fuese diferente de Pepito? ¿Tenemos que tratar a un pájaro como a nuestro propio hijo? No. La lección afirma la verdad absoluta, pero no insiste en que intentemos que este mundo encaje en esa imagen.
Primero, dice muy claramente que aprender todos los nombres y símbolos de la separación “es una fase de aprendizaje por la que todo el que viene aquí tiene que pasar” (7:2). Como han dicho algunos maestros de psicología transpersonal (la rama de la psicología que enseña que la totalidad original va más allá del desarrollo del ego individual), no puedes ir más allá del ego hasta que has desarrollado un ego sano. El desarrollo del ego parece ser un paso necesario en nuestro crecimiento total. Los niños tienen que convertirse en egos adultos sanos antes de que tener éxito en ir más allá del ego. Si un adulto todavía está luchando con problemas del desarrollo de la personalidad que deberían haberse solucionado en la infancia o en la adolescencia, en un desarrollo “normal”, esos problemas necesitan tratarse en su propio nivel antes de que la persona busque dejar de lado al ego por completo.
Aquí estoy aplicando a la lección gran cantidad de cosas, y expresando lo que puede considerarse opiniones, no necesariamente algo que el Curso enseña. Pero pienso que esta sección da a entender esto: todos tenemos que pasar por la etapa de “la enseñanza del mundo” antes de poder poner en duda todas sus enseñanzas. No queremos “quedarnos cortos”como la enseñanza del mundo (7:4), pero parece que tenemos que pasar por ella. “Debidamente empleado, puede servir como punto de partida desde donde se puede comenzar otro tipo de aprendizaje” (7:5).
No sólo tenemos que pasar todos por el tipo de aprendizaje del mundo como punto de partida, sino que después de “ir más allá de los símbolos del mundo”, todavía hay una razón para que sigamos usándolos: tenemos una función docente (9:1). Por ejemplo, todavía llamas a las personas por su nombre, las tratas como individuos con necesidades individuales, pero “no te dejes engañar” por estas diferencias aparentes (9:3).Los nombres y símbolos del mundo son necesarios para la comunicación, pero “no son sino medios a través de los cuales puedes comu­nicarte de manera que el mundo te pueda entender, pero recono­ces que no son la unidad en la que puede hallarse la verdadera comunicación” (9:5). Usamos los símbolos del mundo para comunicar el hecho de la Totalidad, usamos los símbolos para deshacer los símbolos.
Éste es un juego complicado. Permanecer en el mundo y jugar con las reglas de la separación, por así decirlo, hace que nos olvidemos de la realidad que estos símbolos de la separación nos están ocultando. ¡Por eso precisamente es tan importante la práctica de los instantes santos!
Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la oscuridad. Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reco­nocimiento de lo que es verdad. Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irreali­dad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la oscuridad.   (10:1-3)
Practicar con el Nombre de Dios nos permite abandonar “todas las separaciones insensatas que nos mantenían ciegos” (14:3). En nuestros momentos de quietud recordamos la Totalidad y olvidamos las diferencias. Podemos ver diferencias todavía, pero lo que vemos no afecta a la verdad en absoluto (13:3). Todas las cosas siguen teniendo el Único Nombre. En nuestras prácticas renovamos esta consciencia, y luego “volvemos a la obscuridad”, volvemos al mundo de símbolos y sueños para revelarle la realidad que hemos experimentado en el instante santo.
Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y Contigo que eres su único Creador.   (15:1-2)
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