El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida.
1. El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido. El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin. ¿Qué sufrimiento podría concebirse ahora? ¿En qué pérdida se podría incurrir? El mundo se convierte en un remanso de dicha, abundancia, caridad y generosidad sin fin. Se asemeja tanto al Cielo ahora, que se transforma en un instante en la luz que refleja. Y así, la jornada que el Hijo de Dios emprendió ha culminado en la misma luz de la que él emanó.
2. Padre, queremos devolverte nuestras mentes. Las hemos traicionado, sumido en la amargura y atemorizado con pensamientos de violencia y muerte. Ahora queremos descansar nuevamente en Ti, tal como Tú nos creaste.
Audio texto Lección 249 Maya Lacuara
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 241-250, Que es el Mundo?
Ayuda para las lección 249 de Robert Perry y Allen Watson
El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida.
Instrucciones:
Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
El título de esta lección me resulta interesante porque acabo de terminar de escribir un artículo sobre nuestra identidad equivocada, y la necesidad que dice el Curso que tenemos de separarnos de nuestro ego. (No, el Curso no siempre pone un efecto negativo a la palabra separación. Por ejemplo, ver T.22.II.6:1). La lección afirma que lo que sufre realmente no forma parte de mí en absoluto. Esto debe ser verdad si yo soy el Hijo de Dios, y el Hijo de Dios “no puede sufrir” (L.244.1:3). Lo que yo soy no puede sufrir, por lo tanto, “lo que sufre no forma parte de mí”.
Ahora, seamos honestos. Si por un momento pensamos en el sufrimiento, de diferentes clases, que hemos experimentado en nuestra vida, hay una cosa muy segura: estábamos completamente convencidos de que estábamos sufriendo. No una parte que ni siquiera es parte de nosotros, sino que estábamos sufriendo nosotros. Por poner un ligero ejemplo, cuando cojo la gripe, me siento fatal. No es otro el que se siente fatal, no es algo que yo crea separado o distinto de mí (¡aunque he deseado que lo fuera!). Eso es lo que parece. ¿Demuestra esto que el Curso está equivocado? ¿O es una prueba de lo completamente identificados que todavía estamos con nuestro ego y con nuestro cuerpo?
La lección nos pide que empecemos a aprender a separarnos de nuestro ego y de nuestro cuerpo. “He abjurado de la verdad. Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad” (1:1-2).
Luego sigue una serie de afirmaciones en las que a propósito diferenciamos nuestro Ser de lo que siente distintas cosas a las que el Curso considera ilusorias: el sufrimiento, la pena, el dolor y la muerte. La frase acerca de la muerte es muy clara y rotunda: “Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo” (1:6).
Es especialmente difícil practicar esta lección cuando estamos sufriendo. Sin embargo, si estamos dispuestos, sorprendentemente puede ser un gran consuelo. Por ejemplo, si tengo una gran pena y soy capaz de decir: “Lo que siente pena no forma parte de mí”, puede ser útil. Date cuenta de que esto no es negación en sentido negativo. No estoy diciendo: “No siento pena”. Estoy diciendo: “Lo que sufre” (y reconozco que hay sufrimiento) “no forma parte de mí”. No estoy negando la pena, estoy negando que la pena sea parte de mí. Estoy reconociendo que la cosa que está sintiendo pena no es quien yo soy realmente, es una imagen falsa de mí mismo, una ilusión de mi mismo con la que me he identificado, pero que no soy yo verdaderamente. Cuando la pena es tan grande que parece que va a devorarme, la comprensión de que “Lo que sufre no forma parte de mí” puede ser tranquilizadora. Y ciertamente al enfrentarnos a la muerte física, puede ser tranquilizador saber que lo que muere no soy yo.
Esta negación de la falsedad, esta negación de “todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios” (1:7), nos prepara para dar la bienvenida a nuestro verdadero Ser. Cuando me doy cuenta de que ninguna de estas cosas tenebrosas afecta a Quien yo realmente soy, “mi viejo amor por Ti (Dios) retorna” (2:1). Ese amor queda oculto cuando creo que lo que sufre soy yo, conscientemente o sin darme cuenta culpo a Dios por mi sufrimiento, y no puedo encontrar mi verdadero amor por Él. Por debajo del nivel consciente, cada sufrimiento, pena y dolor que sentimos en este mundo, se pone a los pies de Dios y apuntamos un dedo acusador a Él. Pensamos que eso es lo que Él quería para nosotros. Cuando empezamos a romper nuestra identificación con nuestro cuerpo y nuestro ego, cuando empezamos a darnos cuenta de que nuestro Ser no sufre, podemos recordar el Amor de Dios, y amarle nosotros a Él. “Soy tal como Tú me creaste” (2:2), nada ha sufrido ningún daño. Nada se ha perdido. Dios nunca ha estado enfado. Y podemos unir nuestro amor con el de Dios y comprender que son uno (2:4).
¿Qué es el mundo? (Parte 9)
unque el Curso dice: “el mundo es una percepción falsa” (1:1), el Curso no desprecia al mundo. Al contrario, Jesús nos pide: “No nos quedemos tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción” (5:1). No le damos la espalda al mundo, no nos sacudimos el polvo de los pies y nos alejamos. Ciertamente, no podemos hacer eso aunque lo deseáramos, porque el mundo es parte de nosotros mismos, nuestra culpa, las partes de nosotros que hemos rechazado, proyectado fuera y dado forma. Si voy a salvarme, el mundo tiene que salvarse, porque el mundo soy yo mismo.
La salvación, para ser salvación, tiene que ser completa. Nada puede dejarse fuera de ella. “No nos demos por satisfechos hasta que el perdón sea total” (5:2). Se nos pide que no nos quedemos contentos y satisfechos con nuestra salvación individual. La “salvación individual” es una contradicción, un imposible. La separación es el infierno, la salvación es la unidad. ¿Cómo puedo yo salvarme, separado de ti, si la salvación es el fin de la separación?
Hay una tendencia entre los estudiantes del Curso, especialmente con eso de que es un “curso de auto-estudio”, de volverse introvertidos y de ocuparse de su propio desarrollo espiritual, y bastante indiferentes hacia llevar al resto del mundo a unirse a nuestra percepción cambiada. Algo a lo que se le da muchísima importancia a lo largo del Curso, pero que parece perderse de vista en el camino, es la idea de que se nos pide salvar al mundo. “Oh, ¿no es eso hacer real a la ilusión? ¿No es una traición a la enseñanza no-dualista del Curso decir que nuestra tarea es llevar luz a la oscuridad? ¿No llevamos nuestra oscuridad a la luz?” Jesús no parece pensar que una excluye a la otra. Lee estas dos frases de nuevo. O escucha estas palabras del Texto:
Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la oscuridad. La oscuridad en ti se llevó ante la luz. Lleva esa luz ahora a la oscuridad, desde el instante santo a donde llevaste tu oscuridad. (T.18.III.7:1-3)
Una y otra vez el Curso señala que no podemos tener certeza, que no podemos reconocer completamente la verdad en nosotros hasta que la compartimos con otros, “Al dar es como reconoces que has recibido” (L.159.1:7). Darle la espalda al mundo es dejar sin sanar la falta de perdón en nuestra mente. Nuestra tarea no es predicar al mundo, ni discutir para que esté de acuerdo con nosotros, ni “convertir” a nadie. Nuestra tarea es perdonar al mundo, abrir nuestro corazón al mundo con amor. Es borrar la culpa de todas las mentes a través de nuestro perdón. Con nuestros pensamientos, palabras, y hechos, comunicar el mensaje que el Curso dice que es su objetivo central:
“El Hijo de Dios es inocente” (T.13.I.5:1, M.1.3:5, M.27.7:8).
En este programa de estudios no hay conflictos, pues sólo tiene un objetivo, no importa cómo se enseñe. Todo esfuerzo que se haga en su favor se le ofrece a la eterna gloria de Dios y de Su creación con el solo propósito de liberar de la culpabilidad. Y cada enseñanza que apunte en esa dirección apunta directamente al Cielo y a la paz de Dios. (T.14.V.6:3-5)
Y se nos pide que no nos quedemos contentos ni satisfechos hasta que el perdón sea completo, y se haya quitado toda culpa de cada mente atormentada.

