La sanadora Voz de Dios protege hoy todas las cosas.
1. Escuchemos hoy a la Voz que habla por Dios, la cual nos habla de una lección ancestral que es tan cierta hoy como siempre lo fue. Sin embargo, este día ha sido seleccionado como aquel en el que hemos de buscar y oír, aprender y entender. Escuchemos juntos, pues lo que nos dice la Voz que habla por Dios no lo podemos entender por nuestra cuenta, ni aprenderlo estando separados. En esto reside la protección de todas las cosas. Y en esto se encuentra la curación que brinda la Voz que habla por Dios.
2. Tu sanadora Voz protege hoy todas las cosas, por lo tanto, dejo todo en Tus Manos. No tengo que estar ansioso por nada. Pues Tu Voz me indicará lo que tengo que hacer y adónde debo ir, con quién debo hablar y qué debo decirle, qué pensamientos debo albergar y qué palabras transmitirIe al mundo. La seguridad que ofrezco me es dada a mí. Padre, Tu Voz protege todas las cosas a través de mí.
Audio Lección 275. Maya Lacuara
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 271-280, Que es el cuerpo?
Ayuda para las lección 275 de Robert Perry y Allen Watson
La sanadora Voz de Dios protege hoy todas las cosas.
Instrucciones:
Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Jesús nos dice en esta lección que necesitamos unirnos a Él para escuchar la Voz que habla por Dios (1:3). “Pues lo que nos dice la Voz que habla por Dios no lo podemos entender por nuestra cuenta, ni aprenderlo estando separados” (1:4). Date cuenta de que la unión que Jesús nos ruega aquí no es principalmente de unos con otros o con otras personas, aunque eso se da por sentado, lo que nos pide es nuestra unión a Él.
Si el problema es una creencia en la realidad de la separación, ese problema no puede ser sanado solo y separado. ¡Estar solo y separado es el problema! Cualquier sanación, cualquier salvación, cualquier iluminación que la Voz que habla por Dios nos trae es algo que se comparte.
Puedo unirme a Jesús al escuchar la Voz que habla por Dios, eso es algo que puedo hacer ahora, en la privacidad de mi hogar, sin nadie a mi alrededor. Lo que oigo (que es siempre alguna forma del mensaje: “El Hijo de Dios es inocente”) es algo que se aplica a Jesús y a mí, a mí y a Jesús. Lo comparto con Él. La paz, la seguridad y la protección llegan, abandono todas las defensas que tengo contra Jesús y permito que Su Presencia esté conmigo. Reconozco que Jesús y yo compartimos un objetivo y unos intereses comunes. Veo que Él no tiene en Su corazón ningún ataque contra mí, y yo no tengo ninguno contra Él. “En esto (unión) reside la protección de todas las cosas” (1:5).
Cuando salgo al mundo para encontrarme con otras personas, lo que he encontrado en la Presencia de Jesús puedo extenderlo a todos con los que me encuentro. Lo que Él y yo hemos escuchado juntos es compartido, no sólo entre nosotros dos, sino con el Hijo de Dios en todos. Escucho la Voz sanadora del Padre, y protege todas las cosas, por lo que “No tengo que estar ansioso por nada” (2:2). Todos los seres comparten este mismo objetivo e intereses. Estamos todos en el mundo por este mismo propósito. Cualquier percepción de competición o ataque por mi parte, o por parte de otro, es sólo un error de percepción, y no es nada de lo que haya que tener miedo.
“La seguridad que ofrezco me es dada a mí” (2:4). Ofrezco seguridad al mundo desde mi unión con Jesús, y al darla, se me da a mí. Puedo decir: “Todos los que me encuentro están a salvo conmigo”. “Y estoy a salvo con todos los que me encuentro”. Cada encuentro es santo porque yo soy santo. Cuando el propósito del día se establece así desde el comienzo, puedo estar seguro de que se me guiará en todo. Se nos darán instrucciones muy concretas para nuestra actividad aquí en este mundo, aunque el mundo sólo sea una ilusión: “Pues Tu Voz me indicará lo que tengo que hacer y adónde debo ir, con quién debo hablar y qué debo decirle, qué pensamientos debo albergar y qué palabras transmitirle al mundo” (2:3).
Es una Voz sanadora la que escucho, una sanación que consiste en compartir, en unirse, en no tener intereses separados. La unión es la sanación. “El único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios” (T.24.VI.4:1), y la sanación del Hijo de Dios en mí y en todos los que me encuentro hoy es el propósito de este día. Nada más. Que hoy sea un día en el que escucho la Voz. Que “busque y oiga, aprenda y entienda” (1:2).
Allan Watts escribió un libro llamado La Sabiduría de la Inseguridad. Según recuerdo, habla de lo poco sabio que es buscar seguridad porque la seguridad del ego y del cuerpo no es posible. Si continuamente estás buscando seguridad te volverás loco. Es mucho mejor y más sabio aceptar el hecho de la inseguridad y fluir con el universo.
Cuando esta lección habla de que escuchar la Voz protege todas las cosas, está diciendo lo mismo. Reconocemos que no sabemos las respuestas, no podemos resolver todo. No sabemos “lo que tenemos que hacer y adónde debemos ir, con quién debemos hablar y qué debemos decirle, qué pensamientos debemos albergar y qué palabras transmitirle al mundo” (2:3), pero Él lo sabe. En lugar de intentar continuamente obtener las respuestas para nosotros, nos mantenemos en contacto con la Respuesta Misma, el Único que sabe. En lugar de tener millones en el banco, confiamos en que lo que necesitemos se nos dará cuando lo necesitemos, y no nos preocupamos por ello. Dejamos el gobierno del universo en las Manos de Dios.
Nuestra seguridad y protección no está en nosotros, solos y separados. Procede únicamente de escuchar la Voz en cada momento. No conocemos el camino al Cielo, pero caminamos con Uno que lo conoce.
¿Qué es el Cristo? (Parte 5)
Cristo, nuestro Ser, es “el hogar del Espíritu Santo” (3:1). El Curso a menudo se refiere al Espíritu Santo como “la Voz que habla por Dios”, esta Voz procede de nuestro Ser, el Cristo. Éste es Su Hogar, donde el Espíritu Santo “reside”, por así decirlo. Cuando sentimos un impulso interno en una dirección determinada, o, como en el caso de Helen Schucman (que escribió el Curso), parece que oímos palabras de verdad que se nos hablan dentro de nuestra mente, es la presencia dentro de nosotros de esta “parte” de nuestra mente la que lo hace posible. Cristo es el eslabón que nos mantiene unidos a Dios (2:1). Si Cristo no existiese dentro de nosotros, no oiríamos estos mensajes, porque el eslabón que nos une a Dios no existiría. (Para ir un poco más lejos, ¡si no existiese esa unión con Dios, no existiríamos en absoluto!). Por lo tanto, el hecho de que sentimos estos mensajes internos que nos llevan en dirección a Dios y al amor demuestra que la unión con Dios todavía existe dentro de nosotros. Eso, a su vez, confirma lo que el Curso dice: “¡No estamos separados de Dios!”.
Cristo se siente a gusto únicamente en Dios (3:1). De nuevo, esto podemos sentirlo en nuestra propia experiencia. El sentimiento de no sentirnos en nuestro hogar en este mundo es casi universalmente reconocido; en un momento u otro, parece que todo el mundo se ha sentido así, algunos de manera más intensa que otros quizá, aunque todos lo hemos sentido de algún modo. ¿De dónde procede ese sentimiento? ¿Es posible que no estemos en nuestro hogar en este mundo? Dado lo extendido de esta experiencia, ¿no es probable que haya una parte de nosotros que realmente no se siente en el hogar aquí, sino sólo en Dios? El Curso nos aconseja que escuchemos esta Voz Interior que parece llamarnos a regresar a nuestro hogar, un hogar que no podemos recordar con claridad, pero que de alguna manera sabemos que es real. (Ver especialmente en el Texto “La Canción Olvidada” (T.21.I), o la Lección 182 “Permaneceré muy quedo por un instante e iré a mi hogar”)
“Cristo permanece en paz en el Cielo de tu mente santa” (3:1), como ya hemos explicado en los últimos dos días. Suceda lo que suceda en el exterior, el Cristo en nuestra mente permanece eternamente en paz.
Él es la única parte de ti que en verdad es real. Lo demás son sueños. (3:2-3)
Ésta es una afirmación fundamental. Para la mayoría de nosotros, esta parte de nuestra mente que está eternamente en paz, parece muy lejana y escondida, algo con lo que entramos en contacto en momentos de profunda meditación. La parte que nos parece “real” de nuestra consciencia es la parte agitada y confusa. Podemos reconocer que el Cristo en nuestro interior es real, pero sólo parece ser una pequeña parte de lo que somos. En realidad, esta lección dice que esa parte profundamente tranquila y santa es lo único real de lo que pensamos que somos, el resto son sueños.
Pienso que esto a menudo nos causa miedo a muchos de nosotros. La idea de que la mayor parte de lo que pensamos acerca de nosotros no es real en absoluto sino sólo un sueño, es bastante aterradora. Nos hemos identificado tanto con estos aspectos de nosotros y nos hemos convencido tanto de su realidad, que nos asusta la idea de que puedan desaparecer si entramos en contacto con el Cristo dentro de nosotros. Parece una especie de muerte o de destrucción, como si la mayor parte de nuestra persona fuera a borrarse en una especie de lobotomía cósmica. El Texto habla a menudo y con fuerza acerca de nuestro miedo a encontrar nuestro Ser (ver, por ejemplo el Capítulo 13, Secciones II y III del Texto). Una de esas afirmaciones es:
Has construido todo tu demente sistema de pensamiento porque crees que estarías desamparado en Presencia de Dios, y quieres salvarte de Su Amor porque crees que éste te aniquilaría. Tienes miedo de que pueda alejarte completamente de ti mismo y empequeñecerte porque crees que la magnificencia radica en el desafío y la grandeza en el ataque. (T.13.III.4:1-2)
Piensa en esto desde el otro lado de la pregunta por un momento. ¿Y si la mayor parte de lo que pensamos acerca de nosotros es sólo un sueño? ¿Qué perderíamos si desapareciera? Nada. Nada, excepto los sueños de dolor y sufrimiento, nada excepto nuestra profunda sensación de soledad.
La iluminación no destruye la personalidad individual. No destruye nada en absoluto, sólo elimina los sueños y las ilusiones. Quita lo que no es verdad ni nunca lo ha sido. El Cristo es la única “parte” de nosotros que es real, y la única pérdida que experimentaremos es la pérdida de cosas que jamás han existido.

