Hoy no tendré miedo del amor.
1. Sólo conque pudiese comprender esto hoy, el mundo entero se salvaría. Pues es la decisión de abandonar la locura y de aceptarme tal como Dios Mismo, mi Padre y mi Fuente, me creó. Es la resolución de no seguir dormido en sueños de muerte, mientras la verdad sigue viviendo eternamente en el júbilo del amor. Y es asimismo la resolución de reconocer al Ser que Dios creó como el Hijo que Él ama, el Cual sigue siendo mi única Identidad.
2. Padre, Tu Nombre, al igual que el mío, es Amor. Ésa es la verdad. ¿Y es posible acaso cambiar la verdad dándole simplemente otro nombre? El nombre del miedo es simplemente. un error. Que hoy tenga miedo de la verdad.
Audio Lección 282. Maya Lacuara
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 281-290, Que es el cuerpo?
Ayuda para las lección 282 de Robert Perry y Allen Watson
Hoy no tendré miedo del amor.
Instrucciones:
Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Ésta es otra de las docenas de afirmaciones que el Curso dice que si se aceptase sin dudas, puede ser la salvación completa. “Sólo con que pudiese comprender esto hoy, el mundo entero se salvaría” (1:1). Algunas de las otras que entran en esta categoría son: “Soy tal como Dios me creó” (L.94.1), “Las ideas no abandonan su fuente” (L.167.3:6-11), “El mundo no existe” (L.132.6.2-3), “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe” (T.In.2), “Perdona al mundo y comprenderás que nada que Dios creó puede tener fin, y que nada que Él no haya creado es real” (M.20.5:7-10).
¿Me doy cuenta a menudo de que tengo miedo del amor? Tenemos miedo del amor con más frecuencia de lo que nos damos cuenta. Ken Wapnick ha usado una variación de este pensamiento que sugiere como respuesta mental para cuando nos damos cuenta de que nuestro ego está fastidiando otra vez: “Debo estar teniendo miedo del amor otra vez”. Hay una sensación en la que podríamos decir que el ego es el miedo al amor. Es una postura mental que rechaza al Amor como nuestra Fuente, y que se niega a reconocer el Amor en todos los que nos rodean. Cuando lo miramos así, empieza a ser más comprensible que si pudiéramos darnos cuenta de esto -no tener miedo del amor- se lograría la salvación del mundo.
El miedo al amor es locura. De todas las cosas que podríamos tener un miedo razonable, el amor no es una de ellas. Un antiguo evangelista cristiano, Charles Grandison Finney (famoso hacia 1800) escribió una vez que “El amor es la eterna voluntad de toda bondad”. Tener miedo de eso que eternamente quiere sólo nuestro bien es verdaderamente locura. Por eso, aceptar la idea de hoy “es la decisión de abandonar la locura” (1:2).
Tener miedo del Amor es tener miedo de nuestro propio Ser, que es Amor. Por lo tanto, aceptar la idea de hoy es “aceptarme tal como Dios Mismo, mi Padre y mi Fuente, me creó” (1:2). Ciertamente tenemos miedo de reconocer que somos Amor, a nuestro ego le parece algo muy peligroso.
Tener miedo del amor es quedarse dormido y tener sueños de muerte, porque al rechazar el amor estamos rechazando lo que nos protege, nos guarda y nos da alegría. Al tener miedo del amor nos imaginamos a nosotros mismos como no amorosos, es decir, malvados y pecadores. Ante esa imagen de nosotros mismos nos imaginamos que merecemos la muerte. Para olvidar lo que somos y creer que somos otra cosa, la mente tiene que quedarse dormida. Por lo tanto, aceptar la idea de hoy es “la resolución de no seguir dormido en sueños de muerte” (1:3).
Estar decidido a no tener miedo del amor es la elección de reconocer mi Ser porque mi Ser es Amor.
No importa qué nombres nos hayamos llamado a nosotros mismos en nuestra locura, los nombres no pueden cambiar lo que somos en la verdad (2:1-3). Elegir no tener miedo del amor es recordar esto. Lo que hemos hecho al llamarnos nombres no amorosos no es un pecado:
El nombre del miedo es simplemente un error. Que hoy no tenga miedo de la verdad. (2:4-5)
¿Qué es el Espíritu Santo? (Parte 2)
El Espíritu Santo es el mediador o puente entre las ilusiones y la verdad, entre los sueños y la realidad, entre la percepción y el conocimiento. Él es el medio por el que “se llevan todos los sueños ante la verdad para que la luz del conocimiento los disipe” (1:3). Su propósito dentro de nuestra mente es hacer este cambio de nuestra percepción equivocada a la percepción verdadera. Nuestra única tarea es llevarle todo lo que no queremos, para que Él lo haga desaparecer. El Curso se refiere a su programa de estudios como:
… un programa muy bien organizado, debidamente estructurado y cuidadosamente planeado, que tiene por objeto aprender a entregarle al Espíritu Santo todo aquello que no desees. El sabe qué hacer con ello. Tú, sin embargo, no sabes cómo valerte de Su conocimiento. Cualquier cosa que se le entregue que no sea de Dios, desaparece. (T.12.II.10:1-4)
A través del puente a la luz del conocimiento, “los sonidos y las imágenes se descartan para siempre” (1:4). “Los sonidos y las imágenes” representan el reino de la percepción. Llevamos nuestras percepciones al Espíritu Santo para que sean “limpiadas y purificadas, y finalmente eliminadas para siempre” (T.18.IX.14:2). El propósito del Espíritu Santo es hacer Su tarea, Él es el mediador entre la percepción y el conocimiento (L.43.1:3):
Sin este vínculo con Dios, la percepción habría reemplazado al conocimiento en tu mente para siempre. Gracias a este vínculo con Dios, la percepción se transformará y se purificará en tal medida que te conducirá al conocimiento. (L.43.1:4-5)
Este cambio de la percepción es igual que el perdón, “el perdón ha hecho posible el tranquilo final de la percepción” (1:5). “El perdón, la salvación, la Expiación y la percepción verdadera son todos una misma cosa” (C.4.3:6). La percepción tal como la utiliza el ego siempre ve pecado, y se manifiesta en juicios y ataque. La percepción tal como la utiliza el Espíritu Santo siempre ve el rostro de Cristo, y se manifiesta en amor y unión. La percepción del ego siempre ve diferencias, la percepción del Espíritu Santo siempre ve igualdad e identidad.
Éste es el cambio que brinda la percepción verdadera: lo que antes se había proyectado afuera, ahora se ve adentro, y ahí el perdón deja que desaparezca. (C.4.6:1)
Por lo tanto, el Espíritu Santo es fundamental para el proceso del perdón. Él es el medio por el que es posible el cambio de la percepción falsa a la percepción verdadera; y sin Él, estaríamos perdidos para siempre en nuestro sueño de juicios. Con Él, podemos aprender a perdonar.

