Hoy nace en mí el Cristo santo.
1. Velad conmigo, ángeles, velad conmigo hoy. Que todos los santos Pensamientos de Dios me rodeen y permanezcan muy que­dos a mi lado mientras nace el Hijo del Cielo. Que se acallen todos los sonidos terrenales y que todos los panoramas que estoy acostumbrado a ver desaparezcan. Que a Cristo se le dé la bien­venida allí donde Él está en Su hogar, y que no oiga otra cosa que los sonidos que entiende y vea únicamente los panoramas que reflejan el Amor de Su Padre. Que Cristo deje de ser un extraño aquí, pues hoy Él renace en mí.
2. Le doy la bienvenida a tu Hijo, Padre. Él ha venido a salvarme del malvado ser que fabriqué. Tu Hijo es el Ser que Tú me has dado. Él es lo que yo soy en verdad. Él es el Hijo que Tú amas por sobre todas las cosas. Él es mi Ser tal como Tú me creaste. No es Cristo quien puede ser crucificado. A salvo en Tus Brazos, déjame recibir a Tu Hijo.
Audio texto Lección 303. Maya Lacuara
Material de apoyo por Jorge Pellicer  Lecciones 301 a 300  Qué es el pecado?
Ayuda para las lección 303 de  Robert Perry  y Allen Watson
Hoy nace en mí el Cristo santo.
Propósito: 
Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica  de este libro.
Comentario
De esto es de lo que trata todo: el nacimiento de Cristo en mí. Cuando me aquieto esta mañana, el Hijo del Cielo nace en mí. El malvado ser que inventé desaparece y nace Cristo. Lo que he creído ser no es verdad, Cristo “es lo que yo soy en verdad” (2:4). “Él es mi Ser tal como Tú me creaste” (2:6). Que sienta la maravilla de Él. Que sienta el roce de las alas angélicas observando con alegría mientras me hago consciente de lo que está sucediendo en mí.
¿Por qué nos parece tan difícil conectar con la verdad de todo esto? Mientras intentas sentir la realidad del Ser de Cristo, date cuenta de los pensamientos que surgen en contra de ello. Pensamientos de culpa y de no ser digno, pensamientos burlones, pensamientos de sentir que es una locura, pensamientos de inutilidad. El ego se compone de estos pensamientos, son pensamientos que forman el “malvado ser” (2:2) que te has inventado para ti mismo. No significan nada. Deja que se vayan arrastrados por el viento, y permite que la consciencia de tu verdadera grandeza como creación de Dios ocupe su lugar. Este noble y maravilloso Ser que sientes a veces, y quizá estás sintiendo ahora, este Ser de Amor sin límite, esta bendición universal, ternura y amabilidad, esto eres tú.
“A salvo en Tus Brazos, déjame recibir a Tu Hijo” (2:8). Cuando nuestra mente acude a la luz dentro de nosotros y busca a Cristo, Él renace en nosotros (L.rV.In.7:3). Lo que hacemos en cada instante que permitimos que el Espíritu Santo ilumine nuestra mente es traer a Cristo a este mundo, dando a luz al santo Hijo de Dios entre nosotros. Somos como María, diciendo: “Hágase en mí Tu Voluntad”.
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¿Qué es el Segundo Advenimiento?  (Parte 3)

Continuamos con el punto 4 de la lista: “Estás dis­puesto a dejar que el perdón descanse sobre todas las cosas sin excepción y sin reservas”
El Segundo Advenimiento de Cristo es “totalmente inclusivo” (2:1). Todas las mentes sanan juntas. Esto “es lo que le permite envolver al mundo y mantenerte a salvo en su dulce llegada, la cual abarca a toda cosa viviente junto contigo” (2:1). Si algo o alguien estuviera excluido del perdón, ¿cómo podría haber perfecta paz? Todavía existiría el conflicto. Porque el Segundo Advenimiento “abarca a toda cosa viviente” (2:1). Estamos todos juntos a salvo. El perdón es total y universal, de todas las cosas a todas las cosas.
“La liberación a la que el Segundo Advenimiento da lugar no tiene fin, pues la creación de Dios es ilimitada” (2:2). No tiene fin, no deja fuera a nada. Toda atadura, toda sensación de esclavitud, toda limitación desaparecen. Éste es el final que mantenemos en nuestra mente mientras hacemos nuestra pequeña parte, perdonando a todos los que nos han sido enviados en nuestras relaciones cada día. Llegará el día en que mi mente y la tuya ya no albergarán ni un solo resentimiento contra nadie o contra nada, y en el que nadie ni nada albergue ningún resentimiento contra nosotros. Toda culpa y toda ira habrán desaparecido. “Dios Mismo enjugará todas las lágrimas” (L.301). Donde antes veíamos oscuridad, vemos la luz (L.302). ¡Qué dicha más pura y auténtica traerá ese día! Entonces la Voluntad de Dios para nosotros, nuestra perfecta felicidad, se hará realidad en nosotros y la conoceremos, y nuestros corazones se desbordarán de eterna gratitud y acción de gracias, mientras unimos nuestra voz una vez más a la canción de Amor olvidada, que llena todo el universo.
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