Sin el perdón aún estaría ciego.
1. El pecado es el símbolo del ataque. Si lo veo en alguna parte, sufriré. Pues el perdón es el único medio por el que puedo alcanzar la visión de Cristo. Permítaseme aceptar que lo que Su visión me muestra es la simple verdad y sanaré completamente. Ven hermano, déjame contemplarte. Tu hermosura es el reflejo de la mía. Tu impecabilidad, la mía propia. Has sido perdonado, y yo junto contigo.
2. Así es como quiero vera todo el mundo hoy. Mis hermanos son Tus Hijos. Tu Paternidad los creó y me los confió como parte de Ti, así como de mi propio Ser. Hoy Te honro a través de ellos, y así espero en este día poder reconocer mi Ser.
Audio texto Lección 247 Maya Lacuara
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 241-250, Que es el Mundo?
Ayuda para las lección 247 de Robert Perry y Allen Watson
Sin el perdón aún estaría ciego.
Instrucciones:
En realidad, toda falta de perdón es a mí mismo. Hoy estoy viendo una forma más astuta de falta de perdón. Quizá estoy dispuesto a admitir que mis sentimientos no amorosos y desgraciados se deben a mi propia voluntad y elección en el pasado. Si de verdad miro a mi ego sin juzgarlo, podré reconocer que me estoy sintiendo ahora sin amor y sin felicidad porque estoy eligiendo estos sentimientos ahora, en este momento. Si no puedo hacer eso, todavía estoy escuchando a la voz de la culpa.
Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
En realidad, toda falta de perdón es a mí mismo. Hoy estoy viendo una forma más astuta de falta de perdón. Quizá estoy dispuesto a admitir que mis sentimientos no amorosos y desgraciados se deben a mi propia voluntad y elección en el pasado. Si de verdad miro a mi ego sin juzgarlo, podré reconocer que me estoy sintiendo ahora sin amor y sin felicidad porque estoy eligiendo estos sentimientos ahora, en este momento. Si no puedo hacer eso, todavía estoy escuchando a la voz de la culpa.
Durante un instante, el pecado y la Expiación (corrección) deben ponerse juntos sobre el altar de tu mente en paz. La culpa debe traerse al ahora para que sea sanada.
Si evito mirar a mi identificación con el ego en este momento, si evito mirar a mi culpa ahora, entonces me estoy cegando a mí mismo. Debido al perfecto poder de mi mente, evitar mirar al ego en este momento significa que nunca lo veo en el momento presente. Voy tropezando por la vida ciego a mi ego en el momento presente. Siempre me pilla sin estar vigilante. Una y otra vez el ego me pone la zancadilla, y tropiezo y caigo, diciendo como un tonto: “¡Oh, eso debe haber sido mi ego!”
Para decirle “Sí” a Dios, tengo que reconocer que en este momento estoy diciendo “No”. “"Sí" tiene que significar "que no has dicho no"” (T.21.VII.12:4). Lo más importante no es decir “sí” sino darme cuenta de que estoy diciendo “no”. Cuando me dé cuenta de ello, dejaré de hacerlo. Y cuando abandono mi “no”, me doy cuenta de la paz que siempre ha estado ahí. Decirle “no” al “no”, negar la negación, es la manera de decir “sí”. Pero no puedo decirle “no” al “no” hasta que me dé cuenta de que estoy diciendo “no”.
Una prueba que no falla de que no he admitido mi culpa es que todavía la estoy proyectando sobre otros. Todavía estoy inventando excusas para mí mismo, todavía estoy hablando de mis debilidades, sintiendo que “nunca lo conseguiré”. O me empeñaré en que otros admitan su responsabilidad por la situación de la relación. Si alguien intenta hacerme ver mi responsabilidad de las cosas, me siento atacado, aunque lo hagan con verdadero amor. Diré cosas como: “No me di cuenta de lo que estaba haciendo”, o “En aquel momento no me di cuenta de que te estaba atacando”. Seguiré sintiendo que, aunque yo haya actuado desde mi ego, tú también lo has hecho, y también podías admitirlo.
“No era consciente” o “No me di cuenta de lo que estaba haciendo” ¡no es una excusa! Si no me doy cuenta, sólo hay una razón: yo estaba eligiendo no darme cuenta. Me he creado el hábito de negarme a ver mi culpa en el presente, y por eso, en cada momento presente vivo sin darme cuenta de mis pensamientos de ego.
El terror a mirar a mi ego ahora es tan grande que en el momento en que empiezo a darme cuenta quiero proyectar mi ego al pasado, alejarlo y negar que ahora estoy identificado con él. Pero la sanación tiene lugar únicamente en el presente, en el ahora. El horror del ego, el deseo de separarme y de asesinar a mi hermano debe verse en el ahora para que sea sanado. Cuando lo permito, la sanación siempre tiene lugar. Traída al presente, la culpa encuentra al Espíritu Santo y a la Expiación, pues ése es el único tiempo y lugar. La Expiación vive y eso es todo lo que vive en el presente. La culpa está aquí y luego ha desaparecido de la existencia. La culpa no puede existir en presencia de la Expiación, tal como la oscuridad no puede existir en la luz.
Si no veo inocencia en mis hermanos, estoy escondiendo la culpa en mí mismo. No hay culpa sino la mía propia. Y cuando me dé cuenta de ello, no habrá culpa en absoluto.
¿Qué es el mundo? (Parte 7)
Aunque nuestra vista se hizo para alejarnos de la verdad, “puede asimismo tener otro propósito” (4:1). El propósito que el ego tiene para lo que vemos puede ser sustituido por un nuevo propósito, el del Espíritu Santo. “Hemos aprendido, no obstante, que el Espíritu Santo tiene otro uso para todas las ilusiones que tú has forjado, y, por lo tanto, ve en ellas otro propósito” (L.64.2:2). “El Espíritu Santo te enseña a usar lo que el ego ha fabricado a fin de enseñarte lo opuesto a lo que el ego ha ‘aprendido’” (T.7.IV.3:3). Así pues el Espíritu Santo nos enseña a usar nuestros ojos y oídos para ver la unidad y la Presencia de Dios en todo, en lugar de la separación y la ausencia de Dios.
Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo propósito. (4:2)
Lo dicho al principio podría hacernos pensar que, puesto que nuestros ojos se hicieron para ver el error, ahora no nos sirven para nada. Pero el Espíritu Santo usará todo lo que el ego ha hecho. Él utiliza el cuerpo como un instrumento de comunicación. Él utiliza nuestras relaciones especiales para enseñarnos el perdón, el amor y la unión. Él utiliza nuestra capacidad de aprender (hecha para aprender el error) para enseñarnos la verdad. Él utiliza todo el mundo como un aula de aprendizaje del perdón y como un reflejo del Cielo. No hay nada que el ego haya inventado que no pueda ser usado por el Espíritu Santo. Así que al final, no hay pérdida en absoluto, porque todas las energías del ego han sido “recicladas” o transformadas por el Espíritu Santo para Su propósito.

