La verdad corregirá todos los errores de mi mente.
1. ¿Qué otra cosa puede corregir las ilusiones sino la verdad? ¿Y qué son los errores sino ilusiones que aún no se han reconocido como tales? Allí donde la verdad ha hecho acto de presencia los errores desaparecen. Simplemente se desvanecen sin dejar ni ras­tro por el que se pudiesen recordar. Desaparecen porque, sin la creencia que los sustenta, no tienen vida. De este modo, se disuel­ven en la nada de donde provinieron. Del polvo vienen y al polvo volverán, pues lo único que queda es la verdad.
2. ¿Puedes imaginarte lo que sería un estado mental en el que no hubiese ilusiones? ¿Qué sensación te produciría? Trata de recor­dar algún momento -quizá un minuto, o incluso menos- en el que nada vino a perturbar tu paz; en el que te sentiste seguro de ser amado y de estar a salvo. Trata entonces de imaginarte cómo sería si ese momento se pudiera extender hasta el final del tiempo y hasta la eternidad. Luego deja que la sensación de quietud que sentiste se multiplique cien veces, y luego cien veces más.
3. Entonces tendrás un atisbo, que no es más que un leve indicio del estado en el que tu mente descansará una vez que haya lle­gado la verdad. Sin ilusiones no puede haber miedo, dudas o ataque. Cuando la verdad llegue todo dolor cesará, pues no habrá cabida en tu mente para pensamientos transitorios e ideas muertas. La verdad la ocupará por completo y te liberará de todas tus creencias en lo efímero. No habrá cabida para éstas porque la verdad habrá llegado y ahora dichas creencias no esta­rán en ninguna parte. No se pueden encontrar, pues ahora la verdad lo ocupa todo eternamente.
4. Cuando la verdad llega no se queda sólo por un rato para luego desaparecer o convertirse en otra cosa. Su forma no cam­bia ni varía, ni ella va y viene, para luego volver a irse y regresar de nuevo. Permanece exactamente como siempre fue, de manera que podamos contar con ella en caso de cualquier necesidad, y confiar, con perfecta certeza, en que estará con nosotros en todas las aparentes dificultades y dudas que engendran las apariencias que el mundo presenta. Éstas simplemente desaparecerán cuando la verdad corrija los errores de tu mente.
5. Cuando la verdad llega trae en sus alas el don de la perfecta constancia, así como un amor que no se arredra ante el dolor, sino que mira, con seguridad y firmeza, más allá de él. He aquí el don de la curación, pues la verdad no necesita defensa y, por lo tanto, no es posible ningún ataque. Las ilusiones pueden llevarse ante la verdad para ser corregidas. Pero la verdad se alza muy por encima de las ilusiones, y no puede ser llevada ante éstas para hacer que sean verdad.
6. La verdad no va y viene, no cambia ni varía, adoptando una apariencia ahora y luego otra, evitando la captura y evadiendo la aprehensión. No se oculta. Se alza en plena luz, claramente acce­sible. Es imposible que alguien que la busque verdaderamente no la pueda encontrar. Este día le pertenece a la verdad. Dale lo que le corresponde, y ella te dará lo que es tuyo. No fuiste creado para sufrir y morir. La Voluntad de tu Padre dispone que esos sueños desaparezcan. Deja que la verdad los corrija.
7. No estamos pidiendo lo que no tenemos. Estamos pidiendo simplemente lo que nos pertenece, de manera que podamos reco­nocer que es nuestro. Hoy practicamos con la feliz certeza que emana de la verdad. Los titubeantes e inestables pasos de la ilu­sión no serán nuestro enfoque hoy. Estamos tan seguros de que vamos a triunfar como de que vivimos, de que tenemos esperan­zas y de que respiramos y pensamos. No tenemos ninguna duda de que hoy caminamos con la verdad, y contamos con ella para que forme parte de todos los ejercicios que habremos de hacer en este día.
8. Comienza pidiéndole a Aquel que te acompaña en esta empresa que permanezca en tu conciencia conforme vas con Él. Tú no estás hecho de carne, sangre y huesos, sino que fuiste creado por el mismo Pensamiento que le concedió a Él el don de la vida. Él es tu Hermano, y tan parecido a ti que tu Padre sabe que ambos sois lo mismo. Es a tu propio Ser al que le pides que te acompañe, y ¿cómo podría Él no estar donde tú estás?
9. La verdad corregirá todos los errores de tu mente que te dicen que puedes estar separado de Él. Habla con Él hoy, y compromé­tete a permitir que Su función se realice a través de ti. Compartir Su función es compartir Su dicha. Dispones de Su confianza cuando dices:
La verdad corregirá todos los errores de mi mente, y descansaré en Aquel que es mi Ser.
Deja entonces que Él te guíe dulcemente hacia la verdad, la cual te envolverá y te llenará de una paz tan profunda y serena que te será difícil regresar al mundo que te es familiar.
10. Aun así, te sentirás feliz de volver a ver ese mundo. Pues trae­rás contigo la promesa de los cambios que la verdad que te acom­paña habrá de efectuar en él. Éstos serán cada vez mayores con cada regalo de cinco breves minutos que le hagas a Él, y los erro­res que rodean al mundo quedarán corregidos a medida que per­mitas que se corrijan en tu mente.
11. No te olvides hoy de tu función. Cada vez que te dices a ti mismo con absoluta certeza: "La verdad corregirá todos los erro­res de mi mente" hablas en nombre de todos y de Aquel que liberará al mundo según te libere a ti.
Audio texto Lección 107 Maya Lacuara
Ayuda para la Lección 107, Dr. Kenneth Wapnick
“Viaje a través del Libro de Ejercicios Un Curso de Milagros”
Meditación Leccion 107
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 107
Ayuda para las lección 107 de  Robert Perry  y Allen Watson
Déjame aquietarme y escuchar la verdad.
Instrucciones para la práctica
Propósito:
Dejar a Cristo que te lleve a una experiencia de la verdad, para que puedas unirte a Él en Su función de llevar la verdad al mundo.
Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacer esto, al menos haz el alternativo).
Empieza pidiéndole a tu Ser, al Cristo, que vaya contigo (lo cual es muy sensato pues nunca puedes esta separado de Él). Mientras Se lo pides, también “comprométete a permitir que Su función se realice a través de ti” (9:2). Ésa es la razón del ejercicio de hoy: dejar que Él te llene de la verdad, para que se la puedas llevar al mundo (éste es muy parecido al ejercicio de ayer).
Luego pide que la verdad venga a tu mente.  Pide con confianza, con la seguridad del éxito. Da por seguro que la verdad estará ahí, pues te pertenece. Afirma tu petición de esta manera: “La verdad corregirá todos los errores de mi mente, y descansaré en Aquel que es mi Ser” (9:5).
“Deja entonces que Él te guíe dulcemente hacia la verdad, la cual te envolverá y te llenará de una paz tan profunda y serena que te será difícil regresar al mundo que te es familiar” (9:6). Esto parece ser una meditación parecida a las de las lecciones 69, 73, y 91, en las que confiabas en una fortaleza más allá de la tuya para que te llevase a tu meta interna.
Recordatorios frecuentes: No te olvides hoy.
Repite la idea con confianza, dándote cuenta de que hablas por ti mismo (por tu propio deseo de liberación), por el mundo (por su deseo de liberarse), y por Cristo, “Aquel que liberará al mundo según te libere a ti” (11:2).
Apoyo a la práctica: Date cuenta de que al dejar que la verdad entre en tu mente, ciertamente beneficiarás al mundo. Durante la sesión de práctica, la verdad se extenderá de tu mente a otras mentes para corregir sus errores. Y luego, después del periodo de práctica, la verdad irá contigo mientras te son enviados aquellos que necesitan que se les dé el regalo de la verdad.
Comentario
¡Ésta es la promesa que da ánimo! Los errores sólo son errores, no defectos. ¿Qué son los errores sino ilusiones que aún no se han reconocido como tales? (1:2).
Una ilusión que no se reconoce como ilusión hace que reaccionemos como si fuera real. Si veo un enemigo ilusorio y respondo con ataque, eso no me hace malo o tonto. La reacción es apropiada, dado que yo creo que es la verdad.
Puedo recordar muchas noches en el pasado, cuando me sentaba en casa sintiéndome solo y cansado de la vida. Algo en mí veía una ilusión y creía que era verdadera. Veía soledad y cansancio por la vida, una necesidad de ser consolado, y por eso buscaba consuelo en la televisión y en quedarme levantado hasta muy tarde. Lo que yo hacía no era el error, el error era creer que la ilusión era real. Cuando miro a la ilusión, desaparece.
El instante santo es un estado mental sin ilusiones, un momento de paz  palpable, “en el que te sentiste seguro de ser amado y de estar a salvo” (2:3). Es un anticipo “del estado en el que tu mente descansará una vez que haya llegado la verdad” (3:1). Es mi verdadero estado. Puedo encontrar ese estado en cualquier momento en que esté dispuesto a mirar a mis ilusiones y abandonarlas. A menudo, a altas horas de la noche, solía sentirme desconectado, insatisfecho, vacío sin saber por qué, y trataba de llenar ese vacío con fantasía, televisión, leyendo, o con comida. El vacío es una ilusión. Cuando sienta ese vacío, que recuerde que no es real, que afirme mi plenitud.
El estado mental que permanece exactamente como siempre fue, sin cambios, todavía parece muy lejos de mí. Jesús dice: “Será tuyo, ya es tuyo. Está garantizado”. “Es imposible que alguien que la busque verdaderamente no la pueda encontrar” (6:4). Los aparentes cambios por los que aparentemente paso ahora son todos parte de la ilusión, no son reales, no están sucediendo de verdad. Yo estoy seguro. Yo no puedo cambiar. Nada me falta.
Cuando parezca que hay cambios y dudas, que me recuerde a mí mismo que únicamente son un sueño. No significan nada, no cambian nada. Que no les dé el poder de alterar mi paz. Que no cometa el error de identificarme con ese cambio y que no piense que soy yo lo que está cambiando. Yo no puedo cambiar.
Los errores de mi mente son aquellos que me dicen que puedo estar separado de Jesús, el Cristo. Él es mi hermano. Somos lo mismo. Él es mi Ser. ¿Cómo puedo estar separado de mi Ser?
Que hoy me tome con regularidad momentos para volver a este centro, para reconocer que Jesús y yo somos un solo Ser. Hoy, cualquier pensamiento que me diga lo contrario, se lo llevaré a Él para que lo corrija: cualquier pensamiento que me diga que soy algo distinto de este Ser en calma, sereno sin miedo, completamente satisfecho. Que hoy busque en mi mente los pensamientos que me dicen otra cosa y que los lleve sin miedo a la luz de la verdad. ¡Jesús, ayúdame a romper la identificación con cualquier pensamiento de debilidad o vacío o soledad! ¡Que me apoye en tu fuerte brazo y confíe en Ti! Aunque los demonios griten, chillen y despotriquen a mi alrededor:
“Aunque camine por el valle de las sombras de muerte, ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo. Tu vara y Tu cayado me consuelan”.    (Salmos 23:4)
Tú eres el Fuerte en mí, y Tú eres mi Ser.
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Extracción del libro de textos
No le tengas miedo al ego.  Él depende de tu mente, y tal como lo inventaste creyendo en él, puedes asimismo desvanecerlo dejando de creer en él.  No proyectes sobre otros la responsabilidad por esa creencia o, de lo contrario, prolongarás su existencia. Cuando estés dispuesto a asumir total responsabilidad por la existencia del ego, habrás dejado a un lado la ira y el ataque, pues éstos surgen como resultado de tu deseo de proyectar sobre otros la responsabilidad de tus errores.  Mas una vez que los hayas aceptado como tus propios errores, no te detengas ahí.  Entrégaselos de inmediato al Espíritu Santo para que Él los des-haga completamente, de manera que todos sus efectos desaparezcan de tu mente y de la Filiación en su totalidad.

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