Para los repasos de mañana y noche:
1. (97) Soy espíritu.
Soy el Hijo de Dios. No hay cuerpo que pueda conte­ner mi espíritu o imponerme una limitación que Dios no haya creado.

2. (98) Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.
¿Cuál podría ser mi función sino aceptar la Palabra de Dios, Quien me creó para ser lo que soy y lo que por siempre he de ser?
3. A la hora en punto:
Soy espíritu.
Media hora más tarde:
Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.
Audio texto Lección 114 Maya Lacuara
Ayuda para la Lección 114, Dr. Kenneth Wapnick
“Viaje a través del Libro de Ejercicios Un Curso de Milagros”
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 114
Ayuda para las lección 114 de  Robert Perry  y Allen Watson

97. Soy espíritu.

98. Aceptaré el papel que me corresponde en el plan de Dios para la salvación.
Instrucciones para la práctica , Ver las instrucciones del Tercer Repaso
Comentario
“No hay cuerpo que pueda contener mi espíritu” (1:3) o limitarlo. Muy a menudo, incluso cuando conectamos de algún modo con nuestra realidad espiritual, pensamos que somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual (como alguien dijo), sería más exacto pensar que somos seres espirituales teniendo una experiencia humana. La primera manera considera nuestra humanidad la única realidad, y lo espiritual algo que va y viene dentro de esa realidad. La segunda manera se da cuenta de que lo espiritual es nuestra realidad básica, y que la “experiencia” humana  es algo que viene y va dentro de esa realidad. “Soy espíritu” (1:1). Eso es lo que soy. La experiencia de que soy un ser humano  en un cuerpo es una cosa temporal y pasajera. No cambia lo que soy, y no puede limitar lo que verdaderamente soy, aunque parece que me limita debido a que creo en la limitación.
El valor de cosas tales como las experiencias psíquicas o paranormales está en el grado en que nos ayudan a darnos cuenta de que los límites bajo los cuales nos movemos habitualmente no son firmes ni rígidos. Las mentes están verdaderamente unidas, el tiempo y el espacio no son límites absolutos, y así sucesivamente. Todos tenemos muchas habilidades de las que no somos conscientes (ver M.25.21:3), porque no somos cuerpo sino espíritu. Ir más allá de estos límites, mientras parece “supernatural desde la perspectiva del cuerpo, es verdaderamente natural; los límites son lo que no es natural” (ver M.25.2:7-8). Cualquier cosa que rompa nuestra ilusión de estar limitados al cuerpo, y que haga esa ilusión menos sólida, es útil, siempre que usemos esas experiencias o poderes  bajo la dirección del Espíritu Santo. Las experiencias y los poderes no son objetivos en sí mismos.
Nuestro propósito principal no es desarrollar habilidades paranormales, sino llevar a cabo nuestro papel en el plan de Dios para la salvación, que es sencillamente aceptar Su Palabra acerca de “lo que soy y lo que por siempre he de ser” (2:2). En otras palabras, espíritu completo, santo y eterno. Date cuenta de que: mi función, mi parte en el plan, es aceptar la verdad acerca de lo que soy. Puede parecer que eso no tiene nada que ver con nadie más, pero tiene todo que ver con todos los demás, porque lo que soy es parte todos y todos son parte de mí. Mi ilusión es la de que estoy separado, la verdad es que todos somos uno. Aceptar la verdad acerca de mí es aceptar que tú eres parte de mí, y nosotros juntos parte de Dios. Eso conlleva perdonarte, perdonar al mundo y perdonar a Dios. Aceptar la Expiación para mí mismo significa extender la Expiación a todos a mi alrededor, no puedo encontrar mi Ser si te excluyo a ti. Para aceptar la plenitud de mi Ser y mi propio poder creativo, debo dejar de verme a mí mismo como víctima de algo o de alguien, porque ésa no es la verdad de lo que yo soy. Para aceptar mi integridad sin mancha de ser, debo dejar de culparte de cualquier cosa y darme cuenta de que únicamente mis propios pensamientos pueden afectarme.
Hoy, quiero relajarme y abandonar los límites del cuerpo. Miraré a los límites en los que creo y me recordaré a mí mismo que no son reales. Dejaré de darle “valor a lo que no lo tiene” (L.133, encabezamiento) y abandonaré mi inversión en mi cuerpo. Lo cuidaré como a cualquier posesión que me sea útil, pero intentaré, al menos un poco, deshacer mi apego a él y mi sensación de identidad con él. El cuerpo morirá, dejará de existir; pero yo no, pues yo soy espíritu. Quiero aceptar esta realidad acerca de mí porque éste es mi papel en el plan de Dios para la salvación.
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Extracción del libro de textos
Cada día, cada hora y cada minuto e incluso cada segundo, estás decidiendo entre la crucifixión y la resurrección; entre el ego y el Espíritu Santo.  El ego es la elección en favor de la culpabilidad; el Espíritu Santo, la elección en favor de la inocencia.  De lo único que dispones es del poder de decidir.  Aquello entre lo que puedes elegir ya se ha fijado porque aparte de la verdad y de la ilusión no hay más alternativas.  Ni la verdad ni la ilusión traspasan los límites la una de la otra, ya que son alternativas irreconciliables entre sí y ambas no pueden ser verdad.  Eres culpable o inocente, prisionero o libre, infeliz o feliz.

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