Hoy repasarermos estas ideas:

1. (65) Mi única función es la que Dios me dio.
No tengo otra función salvo la que Dios me dio. Este reconoci­miento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas. Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. Toda duda no puede sino desaparecer cuando reconozco que mi única función es la que Dios me dio.
2. Las aplicaciones más concretas de esta idea podrían hacerse con las siguientes variaciones:
Mi percepción de esto no altera mi función.
 Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio. 
No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.

3. (66) Mi función y mi felicidad son una.
Todas las cosas que proceden de Dios son una Proceden de la Unicidad* y tienen que ser recibidas cual una sola. Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente. Y debo aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.
4. Algunas variaciones útiles para aplicar concretamente esta idea podrían ser:
Esto no puede separar mi felicidad de mi función. 
La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto. 
Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función.
Audio texto Lección 83 Maya Lacuara
Ayuda para la Lección 83, Dr. Kenneth Wapnick
“Viaje a través del Libro de Ejercicios Un Curso de Milagros”
Meditación Leccion 83
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 83
Ayuda para las lección 83 de  Robert Perry  y Allen Watson
65. Mi única función es la que Dios me dio
66. Mi función y mi felicidad son una
Instrucciones para la práctica

Comentario
Estar sin metas conflictivas en la vida es una bendición maravillosa. La mayor parte del tiempo, me siento estresado con metas conflictivas. Quiero hacer ejercicio pero tengo una fecha tope que cumplir en el trabajo. Quiero estar con mis amigos pero dan mi programa favorito en la televisión. Y así sucesivamente. Cuando soy capaz de darme cuenta de que mi única función es la que Dios me dio, el perdón, o simplemente ser feliz en lugar de enfadarme o disgustarme, todo se vuelve maravillosamente claro. Mi meta se convierte en estar en paz, ser feliz, estar en calma y sin que me altere nada de mi alrededor. “Lo que debo hacer, lo que debo decir y lo que debo pensar” (1:4) sencillamente me viene. Quizá me doy cuenta de que no importa si hago ejercicio o escribo. Quizá me doy cuenta de que uno u otro pueden esperar. Recordar mi única y verdadera meta soluciona todo lo demás de un modo u otro.
Solía pensar que cuando tenía un conflicto, la única manera de estar en paz de nuevo era tomar una decisión para solucionar el conflicto. Muy raras veces funcionó. Generalmente, cuando tomaba la decisión, sentía cierta angustia por lo que no había hecho, o alguna pérdida por no haber tomado la otra decisión (por ejemplo: ver la tele o estar con mis amigos, uno u otro tenía que ser “sacrificado”). Últimamente he empezado a darme cuenta de que si en el primer lugar de la lista pongo estar en paz, si  primero elijo estar en paz antes de tomar mi decisión (quizá tomar un minuto para cerrar los ojos y aquietarme, recordando Quién está conmigo), la decisión se vuelve sencilla, y no hay sensación de sacrificio. Cuando pongo la paz en primer lugar, sé lo que tengo que hacer.
Ésta es la manera de ser feliz. Mi función es una con mi felicidad. Si puedo estar en paz, abandonando los resentimientos y las pequeñas exigencias que constantemente le hago a mi vida, soy feliz. Al igual que el perdón, la felicidad es una elección que puedo tomar en cualquier momento.
Hoy me doy cuenta de que los ejemplos que se dan de los diferentes modos de aplicar las ideas a situaciones concretas parecen hacer hincapié en la negación. Destacan que la situación, o el modo en que la percibimos, no pueden afectarnos si así lo elegimos. El modo de percibir esto no cambia mi función, ni me da una función diferente, ni justifica que elija una meta distinta a la que Dios me dio. No importa lo que yo vea, no importa lo que suceda, nada cambiará el hecho de que el único modo de encontrar la felicidad es cumplir mi función de perdonar, bendecir, y estar en paz. No hay felicidad aparte de mi función, y me dejo engañar por una ilusión cuando pienso que la hay. ¿Espero encontrar la felicidad permitiéndome estar preocupado, o justificando mi enfado, o permitiéndome mis apetitos, o dándole vueltas a mis heridas de dolor? Nunca sucederá. Sólo en el perdón, sólo liberando a todos y a todo de mis exigencias y expectativas, sólo en la pacífica quietud de mi mente, encontraré la felicidad. 
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Extracción del libro de textos
No olvides que el único propósito de este mundo es sanar al Hijo de Dios. Ése es el único propósito que el Espíritu Santo ve en él y, por lo tanto, es el único que tiene. Hasta que no veas la curación del Hijo como lo único que deseas que se logre tanto por este mundo como por el tiempo y todas las apariencias, no conocerás al Padre ni te conocerás a ti mismo. Pues usarás al mundo para un propósito distinto del que tiene, y no te podrás librar de sus leyes de violencia y de muerte.

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