Dios es la Mente con la que pienso.

1. La idea de hoy es la llave que te dará acceso a tus pensamientos reales, los cuales no tienen nada que ver con lo que piensas que piensas, de la misma manera en que nada de lo que piensas que ves guarda relación alguna con la visión. No existe ninguna rela­ción entre lo que es real y lo que tú piensas que es real. Ni uno solo de los que según tú son tus pensamientos reales se parece en modo alguno a tus pensamientos reales. Nada de lo que piensas que ves guarda semejanza alguna con lo que la visión te mostrará.
2. Piensas con la Mente de Dios. Por lo tanto, compartes tus pen­samientos con Él, de la misma forma en que Él comparte los Suyos contigo. Son los mismos pensamientos porque los piensa la misma Mente. Compartir es hacer de manera semejante o hacer lo mismo. Los pensamientos que piensas con la Mente de Dios no abandonan tu mente porque los pensamientos no abandonan su fuente. Por consiguiente, tus pensamientos están en la Mente de Dios, al igual que tú. Están en tu mente también, donde Él está. Tal como tú eres parte de Su Mente, así también tus pensamien­tos son parte de Su Mente. 
3. ¿Dónde están, pues, tus pensamientos reales? Hoy intentare­mos llegar a ellos. Tendremos que buscarlos en tu mente porque ahí es donde se encuentran. Aún tienen que estar ahí, ya que no pueden haber abandonado su fuente. Lo que la Mente de Dios ha pensado es eterno, al ser parte de la creación.
4. Nuestras tres sesiones de práctica de hoy, de cinco minutos cada una, seguirán el mismo modelo general que usamos al apli­car la idea de ayer. Intentaremos abandonar lo irreal y buscar lo real. Negaremos el mundo en favor de la verdad. No permitire­mos que los pensamientos del mundo nos detengan. No dejare­mos que las creencias del mundo nos digan que lo que Dios quiere que hagamos es imposible. En lugar de ello, trataremos de reconocer que sólo aquello que Dios quiere que hagamos es posible.
5. Trataremos asimismo de comprender que sólo lo que Dios quiere que hagamos es lo que nosotros queremos hacer. Y tam­bién trataremos de recordar que no podemos fracasar al hacer lo que Él quiere que hagamos. Tenemos hoy todas las razones del mundo para sentirnos seguros de que vamos a triunfar, pues ésa es la Voluntad de Dios.
6. Comienza los ejercicios de hoy repitiendo la idea para tus aden­tros, al mismo tiempo que cierras los ojos. Luego dedica unos cuantos minutos a pensar en ideas afines que procedan de ti, mientras mantienes la idea presente en tu mente. Una vez que hayas añadido cuatro o cinco de tus pensamientos a la idea, repite ésta otra vez mientras te dices a ti mismo suavemente:
Mis pensamientos reales están en mi mente. 
Me gustaría encontrarlos.
Trata luego de ir más allá de todos los pensamientos irreales que cubren la verdad en tu mente y de llegar a lo eterno.

7. Debajo de todos los pensamientos insensatos e ideas descabe­lladas con las que has abarrotado tu mente, se encuentran los pen­samientos que pensaste con Dios en el principio. Están ahí en tu mente, ahora mismo, completamente inalterados. Siempre esta­rán en tu mente, tal como siempre lo han estado. Todo lo que has pensado desde entonces cambiará, pero los cimientos sobre los que eso descansa son absolutamente inmutables.
8. Hacia esos cimientos es adonde los ejercicios de hoy apuntan. Ahí es donde tu mente está unida a la Mente de Dios. Ahí es donde tus pensamientos son uno con los Suyos. Para este tipo de práctica sólo se necesita una cosa: que tu actitud hacia ella sea la misma que tendrías ante un altar consagrado en el Cielo a Dios el Padre y a Dios el Hijo. Pues tal es el lugar al que estás intentando llegar. Probablemente no puedes darte cuenta todavía de cuán alto estás intentando elevarte. Sin embargo, aun con el poco entendimiento que has adquirido hasta la fecha, deberías ser capaz de recordarte a ti mismo que esto no es un juego fútil, sino un ejercicio de santidad y un intento de alcanzar el Reino de los Cielos.
9. En las sesiones de práctica cortas de hoy, trata de recordar cuán importante es para ti comprender la santidad de la mente que piensa con Dios. Mientras repites la idea a lo largo del día, dedica uno o dos minutos a apreciar la santidad de tu mente. Deja a un lado, aunque sea brevemente, todos los pensamientos que son indignos de Aquel de Quien eres anfitrión. Y dale gracias por los pensamientos que Él está pensando contigo.
Audio texto Lección 45, Maya Lacuara
Ayuda para la Lección 45, Dr. Kenneth Wapnick
“Viaje a través del Libro de Ejercicios Un Curso de Milagros”
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 45
Ayuda para las lección 45: de  Robert Perry  y Allen Watson
“Dios es la Mente con la que pienso.”
Instrucciones para la práctica
Propósito: 
Experimentar tus pensamientos reales, los que piensas con la Mente de Dios.
Ejercicios más largos: 
3 veces, de cinco minutos cada uno.
- Repite la idea mientras cierras los ojos. Luego añade cuatro o cinco pensamientos relacionados (recuerda las instrucciones de las Lecciones 42 y 43 de dejar que pensamientos relacionados te vengan).
- Luego repite la idea de nuevo y di: “Mis pensamientos reales están en mi mente. Me gustaría encontrarlos”.
- Luego utiliza la misma técnica de meditación  que se te enseñó en las Lecciones 41 y 44.  De nuevo, es útil pensar en ella como que tiene tres aspectos:

1. Sumérgete más allá de la obscura capa de tus pensamientos sin significado e irreales; ve más allá a los pensamientos eternos y sin límites que piensas con Dios.

2. Cuando tu mente se distraiga, retírala de lo que te distrae. Te resultará útil repetir la idea.

3. Por encima de todo, ten una actitud segura en la mente. Confianza: No dejes que tus pensamientos del mundo te impidan hacerlo. No puedes fracasar porque Dios quiere quetriunfes. Deseo: Llegar a este lugar dentro de ti es el verdadero deseo de tu corazón. Santidad: Acércate como lo harías a un altar sagrado en el que Dios y Su Hijo piensan juntos. “Recordarte a ti mismo que esto no es un juego inútil, sino un ejercicio de santidad y un intento de alcanzar el Reino de los Cielos” (8:7).
Recordatorios frecuentes: Lo ideal es pasar uno o dos minutos.
   Repite la idea. Luego apártate de tus habituales pensamientos no santos y pasa un rato pensando en la santidad de tu mente. Piensa en lo santa que debe ser si piensa con la Mente de Dios.
Comentario
En cierto modo, las lecciones están intentando causarnos cierta desorientación. Nuestro pensamientos reales “no tienen nada que ver con los pensamientos que piensas que piensas, de la misma manera en que nada de lo que piensas que ves guarda relación alguna con la visión” (1:2).  Si mis pensamientos no son reales y lo que veo no es real, ¿a qué puedo aferrarme? A nada en absoluto.  Esto puede parecer aterrador; casi como si yo fuese uno de los personajes en una novela de misterio que está siendo atacado por alguien que intenta volverle loco, haciéndole creer que está alucinando y viendo cosas que no existen.
En realidad, aunque el intento de des-hacer nuestra orientación mental es semejante, el Curso intenta justo lo contrario. Está intentando volvernos cuerdos, no locos. Ya estamos locos. Estamos alucinando e imaginando cosas que no están ahí, y el Curso está intentando romper nuestra creencia obsesiva de que son reales.
Por debajo de la capa protectora del engaño que hemos puesto; la realidad es una mente completamente sana que piensa pensamientos completamente cuerdos y que únicamente ve la verdad. Nuestros pensamientos reales son los pensamientos que pensamos con la Mente de Dios, compartiéndolos con Él. Los pensamientos no abandonan la mente, por lo tanto, deben estar todavía ahí. Nuestros pensamientos son los pensamientos de Dios, y los pensamientos de Dios son eternos. Si esos pensamientos están ahí podemos encontrarlos. Podemos sacar nuestros pies del barro pegajoso de nuestros pensamientos y ponerlos sobre roca firme. Podemos estar casi completamente fuera del alcance de estos pensamientos originales y eternos, pensamientos completamente de acuerdo con la Mente de Dios, pero Dios quiere que los encontremos. Por lo tanto, debemos ser capaces de encontrarlos.
Ayer buscábamos la luz dentro de nosotros, una idea muy abstracta. Hoy buscamos nuestros propios pensamientos reales. Eso nos acerca un poco más la comprensión de lo abstracto: no sólo “la luz” sino mis propios pensamientos, algo que es parte de mí y que representa a mi verdadera naturaleza.
¿Cómo sería un pensamiento que estuviera en perfecta armonía con la Mente de Dios? Eso es lo que estamos intentando encontrar y experimentar hoy. Y si somos honestos, tendremos que admitir que los pensamientos de los que somos conscientes la mayoría de las veces no pertenecen para nada a esa clase. Nuestros pensamientos están llenos de miedo, inseguridad, totalmente a la defensiva, demasiado ansiosos y desesperados, y por encima de todo demasiado cambiantes como para decir que son pensamientos que compartimos con Dios.
Un pensamiento que procede de la Mente de Dios debe ser de perfecta armonía, total paz, completa seguridad, total bondad, y perfecta estabilidad. Estamos intentando localizar  ese centro de pensamiento en nuestra mente. Estamos intentando encontrar pensamientos de esta naturaleza dentro de nosotros mismos.
Una vez más, practicamos el sumergirnos en la quietud, pasar de largo todos los pensamientos irreales que ocultan la verdad en nuestra mente, y llegar a lo eterno que está en nuestro interior. Éste es un ejercicio sagrado, y que deberíamos tomarnos muy en serio, aunque no con tristeza, pues es un ejercicio de puro gozo. Dentro de mí hay un lugar que nunca cambia, un lugar que siempre está en paz, siempre brillando con el brillo del amor. ¡Y hoy, Oh Dios, sí hoy, yo quiero encontrar ese lugar! Hoy quiero tocar esa base sólida en el centro de mi Ser y conocer su estabilidad. Hoy quiero encontrar mi Ser.   
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Extracción del libro de textos
Pero Dios puede llevarte hasta allí, si estás dispuesto a seguir al Espíritu Santo a través del aparente terror, confiando en que Él no te abandonará ni te dejará allí.  Pues Su propósito no es atemorizarte, aunque el tuyo lo sea.  Te sientes seriamente tentado de abandonar al Espíritu Santo al primer roce con el anillo de temor, pero Él te conducirá sano y salvo a través del temor y más allá de él.

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