No hay más voluntad que la de Dios.
1. La idea de hoy se puede considerar como el pensamiento central hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios. La Voluntad de Dios es la única Voluntad. Cuando hayas reconocido esto, habrás reconocido que tu voluntad es la Suya. La creencia de que el conflicto es posible habrá desaparecido. La paz habrá reemplazado a la extraña idea de que te atormentan objetivos conflictivos. En cuanto que expresión de la Voluntad de Dios, no tienes otro objetivo que el Suyo.
2. La idea de hoy encierra una gran paz, y lo que los ejercicios de hoy se proponen es encontrarla. La idea en sí es completamente cierta. Por lo tanto, no puede dar lugar a ilusiones. Sin ilusiones, el conflicto es imposible. Tratemos hoy de reconocer esto y de experimentar la paz que este reconocimiento nos brinda.
3. Comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo lentaemente los pensamientos que siguen a continuación varias veces, con la firme determinación de comprender su significado y de retenerlos en la mente:
No hay más voluntad que la de Dios. No puedo estar en conflicto.
Dedica entonces varios minutos a añadir pensamientos afines, tales como:
Estoy en paz.
Nada puede perturbarme. Mi voluntad es la de Dios.
Mi voluntad y la de Dios son una.
La Voluntad de Dios es que Su Hijo esté en paz.
Durante esta fase introductoria, asegúrate de hacerle frente en seguida a cualquier pensamiento conflictivo que pueda cruzar tu mente. Di de inmediato:
No hay más voluntad que la de Dios.
Estos pensamientos conflictivos no significan nada.
4. Si algún asunto parece ser muy difícil de resolver, resérvalo para un examen más detenido. Piensa en él brevemente, aunque de manera muy concreta, identificando la persona o personas en cuestión y la situación o situaciones de que se trate, y di para tus adentros:
No hay más voluntad que la de Dios. Yo la com­parto con Él.
Mis conflictos con respecto a _____ no pueden ser reales.
5. Después de que hayas despejado tu mente de esta manera, cierra los ojos y trata de experimentar la paz a la que tu realidad te da derecho. Sumérgete en ella y siente como te va envolviendo. Puede que te asalte la tentación de confundir estas prácticas con el ensimismamiento, pero la diferencia entre ambas cosas es fácil de detectar. Si estás llevando a cabo el ejercicio correctamente, sentirás una profunda sensación de dicha y mayor agudeza men­tal en vez de somnolencia y enervamiento.
6. La paz se caracteriza por la dicha. Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz. Si tienes la sensación de estar cayendo en el ensimismamiento, repite la idea de hoy de inmediato y luego vuelve al ejercicio. Haz esto cuantas veces sea necesario. Es ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aun si no llegas a experimentar la paz que andas buscando.
7. En las sesiones más cortas, que hoy se deben llevar a cabo a intervalos regulares previamente determinados, di para tus adentros:
No hay más voluntad que la de Dios. Hoy busco Su paz.
Trata entonces de hallar lo que buscas. Dedicar uno o dos minu­tos cada media hora a hacer este ejercicio -con los ojos cerrados a ser posible- será tiempo bien empleado.


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Audio texto Lección 74 Maya Lacuara
Ayuda para la Lección 74, Dr. Kenneth Wapnick
“Viaje a través del Libro de Ejercicios Un Curso de Milagros”
Meditación Lección 74
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 74
Ayuda para las lección 74 de  Robert Perry  y Allen Watson
No hay más voluntad que la de Dios.
Instrucciones para la práctica
Propósito:
Darte cuenta de que no puedes estar en conflicto, porque tu voluntad y la voluntad de todos es la Voluntad de Dios. Experimentar la paz que procede de este hecho.
Ejercicios más largos:
-2 veces, duración de diez a quince minutos.
Di: “No hay más voluntad que la de Dios.  No puedo estar en conflicto.” Repite estas frases de una manera especial: “varias veces, lentamente y con la firme determinación de comprender su significado  y de retenerlos en la mente” (3:1).
- Luego durante varios minutos deja que te vengan pensamientos relacionados. Recuerda tu entrenamiento en esto.
- Si te vienen pensamientos acerca de conflictos en tu vida, rápidamente deséchalos  diciendo: “No hay más voluntad que la de Dios. Estos pensamientos conflictivos no significan nada.” Si un conflicto determinado continúa intentando introducirse, sepáralo. Brevemente identifica a la persona y situación de que se trata y di: “No hay más voluntad que la de Dios. Yo la comparto con Él. - Mis conflictos con respecto a____ no pueden ser reales.” Probablemente necesitarás tener los ojos abiertos durante esta parte para consultar las frases que tienes que repetir.
En este momento, tu mente debería estar despejada y preparada para volverte hacia dentro. El resto del ejercicio es una meditación en la que te sumerges hacia abajo y adentro, al lugar de paz en el que la Voluntad de Dios es tu voluntad. Si estás teniendo éxito, sentirás una paz gozosa y despierta. Niégate a caer en una falsa paz de ensimismamiento. Repite la idea tan a menudo como necesites para salir de él.  
Observaciones:
Los comentarios de los párrafos 5 y 6 están entre los más importantes del Libro de Ejercicios acerca de la meditación. Deberías tenerlos presentes en cada meditación. Por una parte, te dice que no confundas la meditación con retirarte de los conflictos de la vida a un mundo de fantasía mental. Por otra parte, te pide que hagas todo lo que puedas para evitar esa retirada. Esto significa: no te dejes llevar a la deriva dentro de ese adormilamiento de falsa paz en que puede terminar fácilmente la meditación. La verdadera paz es despierta y gozosa, no adormilada y perezosa. Cuando empieces a caer en el ensimismamiento, repite la idea para sacar a tu mente de él. “Haz esto cuantas veces sea necesario” (6:4). Es mejor hacer esto una y otra vez, aunque no encuentres la paz que buscas, que quedarse dormido en esa bruma adormilada. 
Recordatorios frecuentes:
- A intervalos regulares que puedes elegir de antemano (sugerencia: cada media hora), durante uno o dos minutos.
Di: “No hay más voluntad  que la de Dios. Hoy busco Su paz.”
- Luego haz una breve meditación en la que intentas encontrar esa paz, con los ojos cerrados si es posible.
Comentario
Esta lección afirma que esta idea “se puede considerar como el pensamiento central hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios” (1:1). El Curso hace afirmaciones semejantes sobre ideas que parecen totalmente diferentes de ésta, por ejemplo: “¡El mundo no existe!” (L.132.6:2). Sin embargo, todas las ideas identificadas como “pensamiento central” pueden resumirse  a lo que podemos llamar “no-dualismo”. Es decir, Dios no tiene opuesto, no existe nada aparte de Él y de Sus creaciones. El demonio no existe, ni ningún poder que se oponga a Él, ni nada que exista separado de Él y pueda tener una voluntad diferente.
Decir que nada puede tener una voluntad diferente de la de Dios nos incluye a nosotros. El resultado de creer esto es que el conflicto abandona nuestra mente. ¿Cómo puede estar nuestra mente en conflicto si no tenemos una voluntad en conflicto con la de Dios?
Aunque, ¿qué podemos decir de nuestra experiencia habitual de querer cosas que pensamos que se oponen a Dios, o de querer hacer lo que Él no quiere que hagamos? ¿O incluso algo más terrenal como sentirnos divididos entre deseos conflictivos? Si no hay más voluntad que la de Dios, ¿cómo es posible tal experiencia?
La respuesta real es: no es posible, a menos que se trate de ilusiones: “Sin ilusiones el conflicto no es posible” (2:4). El conflicto sólo existe entre dos ilusiones. En la realidad no hay conflicto, y tampoco entra en conflicto la realidad con las ilusiones:
“La guerra contra ti mismo no es más que una batalla entre dos ilusiones… No existe conflicto alguno entre ellas y la verdad… La verdad no lucha contra las ilusiones ni las ilusiones luchan contra la verdad. Las ilusiones sólo luchan entre ellas.”   (T.23.I.6:1-2; 7:3-4)
Cuando parece que hay una voluntad opuesta a la de Dios, ya sea fuera de nosotros o dentro de nosotros, estamos viendo ilusiones.
“No hay más voluntad que la de Dios.  No puedo estar en conflicto” (3:2-3). Ésta es la verdad. A menudo he descubierto que los pensamientos conflictivos en mi mente se calman simplemente al reconocer que no significan nada y que el conflicto no puede ser real. No es posible la paz si creo que mi mente puede estar en conflicto, pero cuando me doy cuenta de que no puedo estar en conflicto, el resultado es una paz increíble.
Hay una observación muy interesante en el párrafo 5 acerca de distinguir la realidad de los sentimientos de paz como lo opuesto de la falsa paz que resulta del abandono y la represión. Según 5:4, la paz verdadera produce “una profunda sensación de dicha y mayor agudeza mental”, mientras que la falsa paz  produce “somnolencia y debilitamiento”. En nuestros intentos de entrar en la quietud y sentir nuestra paz, se nos aconseja que evitemos el abandono y que nos llevemos de regreso a la atención vigilante mediante la repetición de la idea de hoy. “Es ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aun si no llegas a experimentar la paz que andas buscando” (6:5). De esto podemos suponer que incluso el conflicto consciente es mejor que el conflicto reprimido, aunque el propósito es darnos cuenta de la irrealidad del conflicto y de este modo experimentar la paz.
Otro pensamiento: Éstas son instrucciones muy detalladas para la meditación, y muestran que se confía en que los alumnos están intentando hacer estos ejercicios durante diez o quince minutos dos veces al día.  
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Extracción del libro de textos
Ese fragmento de tu mente es una parte tan pequeña de ella, que si sólo pudieras apreciar el todo del que forma parte, verías instantáneamente que en comparación es como el más pequeño de los rayos del sol o como la ola más pequeña en la superficie del océano.  En su increíble arrogancia, ese pequeño rayo ha decidido que él es el sol, y esa ola casi imperceptible se exalta a sí misma como si fuese todo el océano.  Piensa cuán solo y asustado tiene que estar ese diminuto pensamiento, esa ilusión infinitesimal, que se mantiene separado del universo y enfrentado a él.  El sol se vuelve el “enemigo” del rayo de sol al que quiere devorar, y el océano aterroriza a la pequeña ola y se la quiere tragar.
Mas ni el sol ni el océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad.  Ellos sencillamente continúan existiendo, sin saber que son temidos y odiados por un ínfimo fragmento de sí mismos.  Aun así, no han perdido conciencia de ese segmento, pues éste no podría subsistir separado de ellos.  Y lo que cree que es, no cambia en modo alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia,  toda vez que ésta radica en ellos.  Sin el sol el rayo desaparecería, y sin el océano la ola sería inconcebible.

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