Mi voluntad es que haya luz.
1. Hoy vamos a examinar la voluntad que compartes con Dios. Dicha voluntad no es lo mismo que los vanos deseos del ego, de los cuales emanan las tinieblas y la nada. La voluntad que compartes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación. Los vanos deseos del ego no se pueden compartir y, por lo tanto, no tienen poder alguno. Sus deseos no son infructuosos en el sentido de que pueden dar lugar a un mundo de ilusiones en el cual puedes llegar a creer ciegamente. Desde el punto de vista de la creación, no obstante, son ciertamente infructuosos, pues no dan lugar a nada que sea real.
2. Los vanos deseos y los resentimientos son socios o co-fabricantes del mundo tal como lo ves. Los deseos del ego dieron lugar al mundo, y la necesidad del ego de abrigar resentimientos -los cuales son indispensables para sustentar este mundo- lo pueblan de figuras que parecen atacarte y hacer que tus juicios estén "justificados". Estas figuras se convierten en los intermediarios que el ego emplea en el tráfico de resentimientos. Se interponen entre tu conciencia y la realidad de tus hermanos. Al contemplar dichas figuras, no puedes conocer a tus hermanos ni a tu Ser.
3. Pierdes conciencia de tu voluntad en esta extraña transacción en la que la culpabilidad se trueca una y otra vez, y los resentimientos aumentan con cada intercambio. ¿Cómo iba a haber podido crear la Voluntad que el Hijo de Dios comparte con su Padre semejante mundo? ¿Acaso creó Dios desastres para Su Hijo? La creación es la Voluntad conjunta de Ambos. ¿Cómo iba Dios a crear un mundo que pudiese destruirlo a Él?
4. Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está acorde con tu voluntad. La luz está en él porque no se opone a la Voluntad de Dios. No es el Cielo, pero la luz del Cielo resplandece sobre él. Las tinieblas han desaparecido, al igual que los vanos deseos del ego. Sin embargo, la luz que resplandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos.
5. Tu imagen del mundo tan sólo puede reflejar lo que está dentro de ti. Ni la fuente de la luz ni la de la oscuridad pueden encontrarse fuera de ti. Tus resentimientos nublan tu mente, y, como consecuencia de ello, contemplas un mundo tenebroso. El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contemplar un mundo de luz. Hemos subrayado repetidas veces que es fácil salvar la barrera de los resentimientos, y que ésta no puede interponerse entre tu salvación y tú. La razón es muy simple. ¿Quieres realmente estar en el infierno? ¿Quieres realmente gemir, sufrir y morir?
6. Olvídate de los argumentos del ego que tratan de probar que todo eso es realmente el Cielo. Tú bien sabes que no lo es. Eso no puede ser lo que tú deseas para ti mismo. Hay un punto más allá del cual las ilusiones no pueden pasar. El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas. Eso es lo que en verdad es tu voluntad. Y por ende, la salvación es asimismo tu voluntad. Tú quieres tener éxito en lo que nos proponemos hacer hoy. Así que lo emprendemos con tu bendición y grata conformidad.
7. Tendremos éxito hoy si recuerdas que lo que quieres para ti es la salvación. Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de él. No tienes ninguna voluntad que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo. La salvación es para ti. Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. Hoy es el ego el que se encuentra impotente ante tu voluntad. Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella.
8. Abordaremos los ejercicios de hoy, por lo tanto, con entusiasmo y confianza, seguros de que encontraremos lo que es tu voluntad encontrar y de que recordaremos lo que es tu voluntad recordar. Ningún deseo vano puede detenernos ni engañarnos con ilusiones de fuerza. Deja que hoy se haga tu voluntad, y pon fin de una vez por todas a la absurda creencia de que prefieres el infierno al Cielo.
9. Comenzaremos nuestras sesiones de práctica más largas reconociendo que el plan de Dios para la salvación, y sólo el Suyo, es el que está en completo acuerdo con tu voluntad. No es el propósito de un poder extraño que se te impone en contra de tu voluntad. Es el único propósito aquí con el que tú y tu Padre estáis perfectamente de acuerdo. Triunfarás hoy: la hora señalada para la emancipación del Hijo de Dios del infierno y de todos los deseos vanos. Su voluntad queda ahora reinstaurada en su conciencia. Él está dispuesto hoy mismo a contemplar la luz que mora en él y a salvarse.
10. Después que te hayas recordado esto a ti mismo y hayas resuelto mantener tu voluntad claramente en tu mente, repite para tus adentros estas palabras con templada determinación y tranquila certeza:
Mi voluntad es que haya luz.
Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía.
Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía.
Deja entonces que tu voluntad se afirme a sí misma, unida al poder de Dios y en unión con tu Ser. Pon el resto de la sesión de práctica bajo Su dirección. Únete a Ellos que te señalan el camino.
11. En las sesiones de práctica más cortas, declara nuevamente lo que realmente deseas. Di:
Mi voluntad es que haya luz. La oscuridad no es mi voluntad.
Debes repetir esto varias veces por hora. Es de suma importancia, no obstante, que apliques esta idea de inmediato si te sientes tentado de abrigar cualquier clase de resentimiento. Esto te ayudará a desprenderte de todos ellos en lugar de seguir abrigándolos y ocultándolos en la oscuridad.
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Audio texto Lección 73 Maya Lacuara
Ayuda para la Lección 73, Dr. Kenneth Wapnick
“Viaje a través del Libro de Ejercicios Un Curso de Milagros”
“Viaje a través del Libro de Ejercicios Un Curso de Milagros”
Meditación Lección 73
Material de apoyo por Jorge Pellicer Lección 73
Ayuda para las lección 73 de Robert Perry y Allen Watson
Mi voluntad es que haya luz.
Instrucciones para la práctica
Propósito:
Otro intento de llegar a la luz en ti, que te mostrará el mundo real.
Ejercicios más largos:
- 2 veces, duración de diez a quince minutos.
- Veo esta lección muy parecida a la Lección 69, donde pasaste una primera fase pensando en lo mucho que quieres encontrar la luz en ti y luego, en la fase final, entraste en meditación en la que verdaderamente intentabas llegar a esa luz.
- Pasa varios minutos pensando en que la salvación es tu verdadera voluntad, lo que quieres de verdad. (Para prepararte, te recomiendo que vuelvas a leer 6-9, poniendo a menudo tu nombre mientras lo haces). Piensa en que la salvación es tu voluntad, no un propósito extraño que se te impone. Puesto que llegar a la luz es tu voluntad, puedes tener confianza en tu intento de encontrarla hoy. Durante tu meditación lleva esta actitud de “alcanzar la luz es mi voluntad”.
Luego, “con templada determinación y tranquila certeza” (10:1), dite a ti mismo: “Mi voluntad es que haya luz. Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía”.
- El resto del periodo de práctica es una meditación en la que intentas llegar a la luz en ti. Mantén tu verdadera voluntad en la mente y déjala que, unida a Dios y a tu Ser, te lleve a la resplandeciente luz en el centro de tu mente. Recuerda responder a las distracciones con la idea y, sobre todo, recuerda mantenerte en contacto con tu voluntad de experimentar la luz.
- Veo esta lección muy parecida a la Lección 69, donde pasaste una primera fase pensando en lo mucho que quieres encontrar la luz en ti y luego, en la fase final, entraste en meditación en la que verdaderamente intentabas llegar a esa luz.
- Pasa varios minutos pensando en que la salvación es tu verdadera voluntad, lo que quieres de verdad. (Para prepararte, te recomiendo que vuelvas a leer 6-9, poniendo a menudo tu nombre mientras lo haces). Piensa en que la salvación es tu voluntad, no un propósito extraño que se te impone. Puesto que llegar a la luz es tu voluntad, puedes tener confianza en tu intento de encontrarla hoy. Durante tu meditación lleva esta actitud de “alcanzar la luz es mi voluntad”.
Luego, “con templada determinación y tranquila certeza” (10:1), dite a ti mismo: “Mi voluntad es que haya luz. Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía”.
- El resto del periodo de práctica es una meditación en la que intentas llegar a la luz en ti. Mantén tu verdadera voluntad en la mente y déjala que, unida a Dios y a tu Ser, te lleve a la resplandeciente luz en el centro de tu mente. Recuerda responder a las distracciones con la idea y, sobre todo, recuerda mantenerte en contacto con tu voluntad de experimentar la luz.
Recordatorios frecuentes:
Varios cada hora.
Di: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”.Si lo dices como una auténtica “declaración de lo que realmente deseas” (11:1), obtendrás más de ello.
Varios cada hora.
Di: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”.Si lo dices como una auténtica “declaración de lo que realmente deseas” (11:1), obtendrás más de ello.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado a albergar un resentimiento.
Es importante decir: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”. Recordar que no es tu voluntad guardar resentimientos te liberará de aferrarte a ellos.
Es importante decir: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”. Recordar que no es tu voluntad guardar resentimientos te liberará de aferrarte a ellos.
Comentario
Ésta es una lección sobre nuestra voluntad: “la voluntad que compartes con Dios” (1:1). Me gustaría centrarme sólo en lo que en esta lección se dice sobre nuestra voluntad.
Primero, es una voluntad que compartimos con Dios. Es decir, el Curso dice que nuestra voluntad es idéntica a la Voluntad de Dios. Queremos lo mismo que Dios quiere para nosotros, porque fuimos creados como extensiones de Su Voluntad; ¿qué otra cosa puede ser nuestra voluntad sino la misma que la Suya?
“Tu paternidad y tu Padre son uno. La Voluntad de Dios es crear, y tu voluntad es la Suya. De ello se deduce, pues, que tu voluntad es crear, toda vez que tu voluntad procede de la Suya. Y al ser tu voluntad una extensión de la Suya tiene que ser, por lo tanto, idéntica a la de Él” (T.11.I.7:6-9).
Nuestra “verdadera” voluntad (que según la definición del Curso es nuestra única voluntad) no es lo mismo que los deseos del ego: la enorme variedad de pensamientos que parecen estar en conflicto con la Voluntad de Dios y con la de todos. Desde el punto de vista del Curso éstos no son nuestra voluntad, únicamente son deseos del ego. Un deseo de atacar, no importa cuánto podamos identificarnos con él, no puede ser nuestra voluntad; sólo puede ser un vano deseo del ego. Nuestra voluntad representa a nuestro Ser tal como Dios nos creó, cualquier cosa que parezca venir de una fuente diferente no es voluntad sino deseo. Concretamente lo que esto significa es que los pensamientos de nuestro ego no son parte de nuestro verdadero Ser, y que en realidad no los queremos.
“La voluntad que compartes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación” (1:3). Por lo tanto, nuestra voluntad tiene que cumplirse, nada puede oponerse a ella. Tendremos lo que de verdad queremos porque nuestra voluntad tiene todo el poder de la creación, mientras que los deseos del ego no tienen ningún poder en absoluto. Creemos en la ilusión de que los deseos de nuestro ego lo pueden casi todo, y lo que pensamos de nuestra más elevada voluntad a menudo parece débil en comparación. Esto no es verdad. Únicamente puede parecer que es verdad durante un tiempo limitado; finalmente, la voluntad de nuestro Ser debe hacerse inevitablemente.
“Pierdes conciencia de tu voluntad en este extraño intercambio” (3:1). Nuestra consciencia no está en contacto con la voluntad de nuestro Ser. La necesidad de resentimientos de nuestro ego ha fabricado figuras en nuestra mente, “figuras que parecen atacarte” (2:2), imágenes del pasado que ponemos sobre nuestras percepciones en el presente, así podemos reaccionar a las personas en el presente como si fuesen las figuras de nuestro pasado. Este tráfico de resentimientos ha ocultado de nuestra consciencia nuestra verdadera voluntad, cubriéndola con los deseos del ego haciendo que esos deseos parezcan nuestra voluntad. Y ya no somos conscientes de qué es lo que queremos de verdad.
“¿Iba a crear la Voluntad que el Hijo comparte con su Padre semejante mundo?” (3:2). La respuesta es “No”. ¿Cómo podríamos haber querido un mundo de ataque y de juicios? Está claro que esto no es algo que pueda desear nadie. El mundo que vemos refleja los deseos del ego, no nuestra voluntad.
“Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está de acuerdo con tu voluntad” (4:1). Éste es el “mundo real”, tal como el Curso lo define. Hay un mundo que está de acuerdo con nuestra voluntad. No lo vemos ahora, pero podemos verlo.
“Sin embargo, la luz que resplandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos” (4:5-6). El mundo real refleja nuestra verdadera voluntad, lo que verdaderamente queremos en nuestro Ser eterno. La luz que brilla sobre el mundo está en nosotros, y podemos encontrar ese mundo buscando la luz dentro de nosotros.
“El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contemplar un mundo de luz” (5:4). El perdón permite que abandonemos los resentimientos, eliminando así los puntos obscuros en nuestra mente que estamos proyectando como manchas obscuras sobre el mundo, al igual que una mota de polvo en un proyector de películas proyecta una mancha negra sobre la pantalla. El perdón nos permite ver el mundo tal como nuestro Ser quiere verlo de verdad, el perdón reafirma nuestra voluntad.
“El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas” (6:5). Parece tonto decir algo como “el sufrimiento no es felicidad”, y sin embargo a menudo lo tratamos como si fuese felicidad. Parecemos preferir nuestro dolor a arriesgarnos a algo nuevo; por lo menos sabemos cómo sufrir, y por raro que perezca tenemos miedo de que no sabremos cómo actuar si somos felices. Pero en realidad no queremos sufrir, ¿cómo vamos a quererlo? ¿Cómo va a quererlo alguien? En realidad, nuestra voluntad es la felicidad.
“Y, por lo tanto, la salvación es asimismo tu voluntad” (6:7). Si queremos felicidad, queremos la salvación, porque la salvación es felicidad. Salvación significa felicidad. Queremos liberarnos del sufrimiento, queremos ser felices.
A veces me sorprende lo poderoso que puede ser este mensaje. La mayor parte del tiempo parece como si yo tuviera una mente dividida: parte de mí quiere ser feliz, y parte de mí estropea mis esfuerzos. ¿No es extraño lo habitual que es este pensamiento: “Es demasiado bueno para durar”? O ¿“Nada dura para siempre”? O ¿“En toda vida tiene que caer un poco de lluvia”? Algo en nosotros nos dice que no podemos ser felices todo el tiempo, que no nos lo merecemos, o incluso que no podríamos soportarlo. ¡Ideas ridículas! La voluntad de nuestro verdadero Ser, con todo el poder de la creación apoyándole, es que seamos felices. Por lo tanto, lo seremos. Tiene que ser así.
“Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de Él. No tienes ninguna voluntad que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo” (7:2-3)
¡Realmente quiero la Voluntad de Dios, mi voluntad es la misma que la Suya! Quiero aceptar la salvación. No hay ninguna parte de mi voluntad que se oponga a ello; únicamente los vanos y míseros deseos del ego parecen oponerse. Así que no puedo perder; no puedo fracasar. Mi voluntad no es diferente de la de Dios.
“Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. Hoy es el ego el que se encuentra impotente ante tu voluntad. Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella” (7:5-7)
El poder de tu voluntad y de la mía puede traer luz a este mundo si elegimos reclamarla. Sencillamente nos damos cuenta de lo que queremos y decimos: “Mi voluntad es que haya luz”. Y habrá luz. Tal como Dios dijo: “Hágase la luz”, y hubo luz. Porque nuestra voluntad es creativa como la Suya.

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Extracción del libro de textos
Ese fragmento de tu mente es una parte tan pequeña de ella, que si sólo pudieras apreciar el todo del que forma parte, verías instantáneamente que en comparación es como el más pequeño de los rayos del sol o como la ola más pequeña en la superficie del océano. En su increíble arrogancia, ese pequeño rayo ha decidido que él es el sol, y esa ola casi imperceptible se exalta a sí misma como si fuese todo el océano. Piensa cuán solo y asustado tiene que estar ese diminuto pensamiento, esa ilusión infinitesimal, que se mantiene separado del universo y enfrentado a él. El sol se vuelve el “enemigo” del rayo de sol al que quiere devorar, y el océano aterroriza a la pequeña ola y se la quiere tragar.
Mas ni el sol ni el océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad. Ellos sencillamente continúan existiendo, sin saber que son temidos y odiados por un ínfimo fragmento de sí mismos. Aun así, no han perdido conciencia de ese segmento, pues éste no podría subsistir separado de ellos. Y lo que cree que es, no cambia en modo alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia, toda vez que ésta radica en ellos. Sin el sol el rayo desaparecería, y sin el océano la ola sería inconcebible.
Mas ni el sol ni el océano se dan cuenta de toda esta absurda e insensata actividad. Ellos sencillamente continúan existiendo, sin saber que son temidos y odiados por un ínfimo fragmento de sí mismos. Aun así, no han perdido conciencia de ese segmento, pues éste no podría subsistir separado de ellos. Y lo que cree que es, no cambia en modo alguno su total dependencia de ellos para su propia existencia, toda vez que ésta radica en ellos. Sin el sol el rayo desaparecería, y sin el océano la ola sería inconcebible.
